Se habla poco en España de un nuevo concepto financiero llamado «compre ahora pague después» (buy now pay later, o BNPL según su acrónimo inglés). Ideado en Australia en el año 2014, se trata de facilitar los pagos en las compras a través del comercio electrónico, permitiendo a los usuarios abonarlas en cómodos plazos sin intereses. El negocio consiste en cobrar una comisión a los vendedores, ya que este crédito no regulado permite que vendan más y multiplicar sus cifras de facturación.

Este pujante sector mueve miles de millones de euros al año, con compañías punteras como la sueca Klarna, la australiana AfterPay, o las americanas Affirm y PayPal, ya conocida. El nicho de mercado está en los jóvenes, la precaria generación Millenial, que gasta lo que tiene, apenas utiliza tarjetas de crédito y hace muchas compras mediante aplicaciones móviles.

En España, la penetración es de apenas el 2% de la facturación del comercio electrónico, mientras que en Suecia, por ejemplo, es ya del 23%. Se trata de un nuevo episodio del asalto que están llevando a cabo las compañías tecnológicas al sector financiero, sin prisa pero sin pausa. Aupadas sobre la escasa o nula regulación, ajenas a los controles y las exigentes reglas que comportan las licencias bancarias, estas empresas logran quitar a la banca tradicional parte de su mercado -comisiones por transferencias, concesiones de créditos- operando como empresas proveedoras de servicios.

Si bien en España la banca ha reaccionado -pensemos en el exitoso Bizum, para los micropagos, o en el incipiente Plazox-, conviene advertir que, más allá del entusiasmo por la innovación y la cotización en bolsa de algunas de estas empresas, hay riesgos que deben mencionarse. Uno de ellos es el aumento del endeudamiento de los ciudadanos, que soportan estas empresas, y que compensan con las comisiones aplicadas a los negocios. Un endeudamiento que, al no ser bancario, no computa en las estadísticas. En los Estados Unidos se calcula que ya hay pagos aplazados por importe de casi 50.000 millones de dólares, según Statista.

Otro riesgo es el que ha señalado en el Reino Unido el Informe Woolard, que alerta sobre las posibles consecuencias de una expansión desordenada de este mercado, gracias al vacío regulatorio. John Kenneth Galbraith, economista divulgativo de referencia en los años 80, alertaba en todos sus libros sobre las ruinas que solían seguir a los períodos de euforia financiera. Sería bueno volver a leerlo.