Hombres y mujeres no solo de otros países, sino españoles, viajan felizmente a La Palma porque un volcán en erupción es un espectáculo que solo puede verse una vez en la vida. Hay muchas situaciones a las que solo se asiste una vez en la vida, aunque los palmeros nos respondan que ellos las contemplan a diario. Varias de esas escenas que solamente pueden verse una vez en la vida son duros desastres con nombres y apellidos, exactamente igual que la erupción volcánica en La Palma. Hoy he visto a muchos turistas en el telediario, selfie en mano, porque siempre conviene guardar un testimonio de la estulticia propia y ninguna época como la nuestra para elevarla a categoría grupal. Es que se ve mucho mejor que en la televisión, argumenta un hombre satisfecho. Esto es increíble, asegura, festiva, una muchacha. Los ingresos por turismo han bajado escalofriantemente en La Palma, y por eso nos tiene que alegrar que esas empresas que organizan recuas de curiosos al menos dejen algo de dinero en La Palma, porque lo van a necesitar. Ya sé que en el resto del mundo se proponen recorridos semejantes con otros espectáculos de la naturaleza, pero no estoy tan seguro de que también se haga cuando miles de personas lo están perdiendo todo. Si fuera por equilibrar un poco esta feria de sucesos que solo pueden verse una vez en la vida, lo justo sería que también pudiéramos pagar para asistir, quien quisiera -yo no querría- a la quema de las casas de esos espectadores insensibles al dolor, el desamparo y la tristeza ajenas. Cuando veo a gentes ahí que también son españoles, comprendo que ya hemos perdido el sentido de la solidaridad en la pertenencia a un lugar. No solo la quiebra del sentimiento de hermandad en un territorio, sino la empatía. Por esa regla de tres habría que convertir cualquier desgracia en entretenimiento. Venga, a hacerse esas fotitos con la erupción al fondo. Cuántas cosas hay que solo pueden verse una vez en la vida y no deberían verse.

* Escritor