Un 31 de diciembre de 1999, una fiesta de Nochebuena en el noreste de una ciudad polaca, terminaba un milenio y comenzaba otro. Entre los invitados, unos cien, había periodistas de Londres y de Moscú, de Nueva York y algunos diplomáticos polacos, colegas de R. Sikorski, que era viceministro de Exteriores del gobierno liberal de centro derecha. Una fiesta impregnada de optimismo por el futuro de Europa. Polonia era miembro de la OTAN y estaba camino de adherirse a la UE, en un momento donde el mundo estaba en shock por la dimisión de Yeltsin.

Parecía que estaban en el mismo equipo, acerca de la ruta hacia el bienestar, eso es lo que pensaba Anne Applebaum, historiadora y periodista norteamericana, esposa del ministro y autora de El ocaso de las democracias, que es una reflexión lúcida sobre la seducción de los autoritarismos populistas.

En esta singular obra no hace predicciones sino sólo advertencias. Si nos rendimos, la ciudadanía democrática, las autocracias ganarán. Las democracias constitucionales deben estar alertas y reinventarse como una de nuestra mejores instituciones. Una cuestión que debería preocuparnos a todos. Durante demasiado tiempo la gente ha creído que la democracia es algo obvio, cuando en realidad requiere un enorme esfuerzo para que funcione bien. Si cedemos a los políticos profesionales la toma de decisiones, estaremos a su merced. Como ciudadanos afectados, la democracia requiere nuestra participación activa, más allá de los partidos políticos al uso.

Una de las principales fuentes del declive de la democracia, según la autora, en el este de Europa y en el mundo son las llamadas redes sociales que deben ser reguladas sin censura. Es necesaria algún tipo de regulación o supervisión por parte de organismos independientes. El dilema que se nos presente es o nos activamos como ciudadanía crítica o las cosas seguirán empeorando.

Aquel momento pasó y hoy asegura que evitaría encontrarse con algunas de aquellas personas que estuvieron en aquella fiesta. La mitad de los asistentes no se hablarían con la otra mitad. Ese distanciamiento no sería nada personal, sino político. Polonia es en la actualidad una de las sociedades más polarizadas de Europa.

Lo que ha ocurrido es que algunos de esos antiguos amigos se han vuelto autoritarios encubiertos y han cambiado de manera radical, a peor. No hay una explicación única, ni la historiadora pretende ofrecer una gran teoría al respecto. Pero sí hay un tema de fondo: que dadas las condiciones adecuadas, cualquier sociedad puede dar la espalda a la democracia. Véase el caso de Hungría o Eslovenia.

De seguir esta peligrosa senda, muchas sociedades pueden tener la tentación de hacerlo. Es urgente reflexionar sobre cómo crear instituciones capaces de oponer resistencia a este declive. Una democracia de demagogos sería el punto de partida para correr el riesgo de un brote de irracionalidad política.

* Escritor