El próximo sábado, 16 de octubre, serán beatificados 127 mártires cordobeses que murieron asesinados en la persecución religiosa de la década de 1930, en una solemne ceremonia, presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, que actuará como delegado del papa Francisco, y que tendrá como escenario la Santa Iglesia Catedral. El proceso para la beatificación, iniciado en el año 2006, por el obispo Juan José Asenjo, ha sido largo y minucioso, habiéndose recogido 600 declaraciones de 315 testigos, plasmadas en 49 libros encuadernados: Hay 79 sacerdotes, cinco seminaristas, tres religiosos franciscanos, una religiosa Hija del Patrocinio de María, y 39 laicos, según los datos ofrecidos por el sacerdote Miguel Varona, postulador de la causa. En noviembre de 2020, el papa Francisco reconoció su «martirio» por «odio a la fe», y al ser reconocidos «mártires» no han necesitado ningun milagro para su beatificación sino el parecer favorable de los miembros de la Congregación para las Causas de los santos. En la ceremonia religiosa estará presente una urna, realizada en plata, por el orfebre cordobés Manuel Valera, que contendrá reliquias de las personas que serán beatificadas. Como acto preparatorio a esta fecha tan histórica, el dia 15 de octubre, a las 7 de la tarde, en el patio de los Naranjos, tendrá lugar una vigilia de oración, y el 13 de octubre, está prevista una conferencia a cargo del obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martinez Camino, sobre la persecución religiosa entre 1934 y 1939, y un mesa redonda posterior. La Iglesia católica contempla siempre a sus mártires como «un tesoro» porque son aquellos que han dado el máximo testimonio de fe que se puede dar: el de la vida, precisamente por la fe que se profesa. La sangre de los mártires es una sangre de paz, es una sangre de concordia, es una sangre de perdón, y sin duda, en la sociedad de nuestro tiempo, es una sangre de valores que son absolutamente imprescindibles en cualquier sociedad, en la que se quiera vivir la tolerancia y el respeto mutuo. El obispo de la Diócesis, Demetrio Fernández, ha subrayado con fuerza que «no estamos en la guerra; estamos en la glorificación de los que han amado a Jesucristo. Los mártires son hombre y mujeres de carne y hueso que han salido a amar. Su ejemplo de amor ha sido tan superlativo que han perdonado a quienes los estaban matando. Por eso, los nuevos beatos son para nosotros un ejemplo precioso». Córdoba vivirá el próximo fin de semana no sólo un acontecimiento histórico-religioso, sino todo un «clamor de esperanza» para el mundo entero. Afirmaba Péguy que «tener la verdad es comenzar a sufrir; y defender la verdad es comenzar a morir». Solo en el siglo XX, más de 45 millones de cristianos fueron martirizados. Y ya, en pleno siglo XXI, más de 200 millones de cristianos viven cotidianamente en riesgo de persecución. Con frecuencia, se silencia que los cristianos son uno de los grupos humanos más perseguidos del mundo. La Iglesia es Iglesia perseguida y martirial. O como acertadamente se ha llegado a expresar: «La Iglesia siempre está en estado de misión y de martirio». El martirio puede ser cruento, o cotidiano e incruento. Edward Novak precisa que «todos los mártires son también un gran patrimonio de la humanidad». En el recuerdo entrañable de nuestros próximos 127 beatos cordobeses, me gustaría evocar estas hermosas palabras del papa Francisco: «El martirio es el aire de la vida de un cristiano, de una comunidad cristiana, y la señal de que vamos por el camino de Jesús».

 ** Sacerdote y periodista