Su timidez siempre fue superlativa. No era amigo de las multitudes ni de las grandes manifestaciones públicas, aunque eso no le impidió ser un magnífico maestro de primaria. En la escuela, el aula, el patio o los despachos su retraimiento se convertía en arrojo, rozando la osadía cuando de defender alumnos se trataba. En la calle le funcionaba otro chip. Se mostraba tacaño en palabras y gestos. También en la familia y un tanto parecido con los pocos amigos. Con su pareja, maestra ella también, no había ningún problema porque Mari Sol le miraba a los ojos y los leía como si fuera un libro abierto iluminado. La empatía de esta última, también en grado sumo, compensaba con creces la cortedad absoluta de Fernando.

Sus padres, campesinos, amigos de la tierra, del esfuerzo y del poco necesitar quisieron que estudiara y él le sacó partido a la oportunidad. Terminó magisterio con el trastorno, en palabras de algunos, de una preocupación tremenda por el medio ambiente. Entero decía él, en plan irónico, citando a sus maestras. Desde muy joven tuvo la sensación, y buscó datos, de que la Tierra se moriría algún día debido a la torpeza, ceguera y ambición de unos locos con carnet y decidió hacer algo. Convencido de la potencia de la constancia de la gota de agua se propuso velar por la salud y bienestar de este planeta, siendo siempre consciente de sus limitaciones.

Pronto, recién llegado a la universidad se apuntó voluntario a un par de verdes ONG. Su trabajo, híbrido entre formación y talante, siempre fue vanguardista en la retaguardia: pagaba sus cuotas, diseñaba carteles en el anonimato, facilitaba slogans de manifestaciones, con ficticios pseudónimos escribió algún artículo en la prensa local, asesoró a algún líder con citas a escondidas... Cámaras y micrófonos le producían cierta alergia vital por lo que nunca se vio su rostro en actos públicos y jamás se escuchó su voz como un ecologista intolerante.

En la escuela su labor se centraba en educar alumnos en el respeto al medio natural, insistiendo en que la Tierra podía ser cualquier cosa menos un basurero o un planeta agotado. En claustros y reuniones se mostraba apacible abandonando toda pretensión acusatoria, cualquier actitud de posesión de la verdad y procurando conciliar posturas aunque para eso tuviera que relajar la suya. Defendía que un logro bajo acordado entre muchos era un enorme logro disfrutado por todos.

Partidario del prevenir mejor que del curar y de la opinión que establece que el que contamina lo deja como estaba, ¡se siente!, siempre estuvo en política. ¡Su opción fue la Naturaleza! Pasaba de intenciones de leyes y ministros pues para él prevalecía el concepto: «Dejarlo como estaba antes de la incidencia»... si tiene que pagar que pague el infractor, pero el concepto es claro: «Dejarlo como estaba»: léanse mares contaminados, cualquier tipo de incendio intencionado, montaña paseada o playa y botellón. No se trata de descontaminar, se trata de no contaminar, advirtiendo que la ecología no es algo de derechas ni de izquierdas.

En el ámbito personal su yo resultaba exigente y riguroso: senderista basurero de caminos y cunetas que recogía en una bolsa todo tipo de residuos; paseante urbano recolector que introducía en los contenedores lo que otros habían sacado o dejaban a sus lados; su casa era una colección de selectivos contenedores: orgánica, metal, madera, vidrio, papeles, pilas, envases, ropa, aceite... Su lavadora siempre la ponía llena y en el lavavajillas no cabía un plato más; cisternas con dos compartimentos eran obligatorias en sus cuartos de baño; la radio siempre baja, folios por los dos lados, cubo para recoger agua de la ducha hasta que llega templada, agua de lluvia para la plancha... Criticaba duramente que con agua potable se regaran las plantas, se lavaran los coches o se usara a diario en el mismo WC. Pagar bolsas de plástico en los supermercados era una absurdez total que nada soluciona... Lo de comprar cuotas de CO2 a países más pobres era de sinvergüenzas además de insensatos... La cría de ganado, en su forma intensiva, era calificada como doble maldad por el daño a la tierra y a la especie animal... Avisaba de que una economía mundial basada en el consumismo y en la súper explotación de recursos no puede acabar bien... La Tierra es un ser vivo y siempre ha respondido a los ataques...

Y recordó a su madre barriendo el empedrado de la puerta de entrada en el cortijo en tiempos de su infancia.

* Profesor jubilado