Durante el reinado de Alfonso XIII Marruecos será un objetivo destacado en la actividad exterior de España. Se distinguen tres fases en el despliegue de esta actividad: una etapa de pactos, entre 1902 y 1909; otra fase de ocupación, hasta 1927; y una tercera, más constructiva, de colonización, hasta la independencia en 1956. En la fase de ocupación, poco deseada por la ciudadanía española, nuestro país, con unas tropas mal organizadas, con poco orden, tecnología, estrategia y un material escaso, ensayaría estrategias muy dispares que culminaron, tras el revés sufrido en Annual durante el verano de 1921, con la rendición de Abd-el-Krim a los franceses el 27 de mayo de 1926. Parece obvio que la contienda sostenida por España en África entre 1909 y 1927 (con su fase más aguda entre el término de la Gran Guerra y 1923, ya con la dictadura de Primo de Rivera) no fue un mero asunto de política exterior. Planteó, ante todo, un dilema de carácter militar: el de la ocupación práctica del territorio cedido a España en calidad de Protectorado en virtud de diversos acuerdos y tratados internacionales, especialmente el Tratado de Algeciras de 1906. En la primavera de 1921, el general favorito del rey, Manuel Fernández Silvestre, con más pasión que cordura y entrenamiento técnico, comenzó una invasión progresiva de la demarcación del Rif, haciendo caso omiso a las advertencias del general Berenguer, su superior. El 21 de julio pasado, pues, se cumplieron los cien años de la catástrofe de la llanura de Annual, en la que el ejército español fue duramente castigado por tropas rifeñas alzadas en armas.

Los hechos se precipitaron al derrumbarse los emplazamientos de Igueriben, Annual y Monte Arruit, en la zona oriental de la Comandancia de Melilla. Fueron rodeados por las tropas de Abd-el-Krin, llegando este a poner en peligro incluso a la propia ciudad, salvada por el general Sanjurjo con el apoyo enviado desde Ceuta. Más que por la propia ofensiva, el exterminio se produjo durante la retirada, caótica y efectuada con rapidez, lo que produjo un gran desorden entre las milicias que, agobiadas y deshidratadas, huían renunciando a la impedimenta y demás instrumentos imprescindibles para la contienda. Silvestre moriría allí, tal vez por suicidio, quedando sepultado con él su proyecto de ser el mando que arribara triunfante hasta Alhucemas para someter la cabila del irreductible Beni Urriaguel. La retirada provocó el avance rifeño hasta el monte Gurugú, cifrándose las bajas entre 10.000 y 15.000. Estas se produjeron tanto durante la huida como tras ella, una vez rendidos a los insurrectos. Sobrevivieron poco más de medio centenar de hombres que alcanzaron Melilla, tras ir cayendo el resto por el camino. No fue atacada la ciudad ni el Peñón de Alhucemas. Particularmente cruento fue el tránsito por la quebrada de Izumar, al día siguiente de los hechos, al igual que la capitulación de la tropa de Dar Kebdani, capitaneada por el coronel Araujo, y el exterminio, el 9 de agosto, de los supervivientes de las líneas acogidas en Monte Arruit, al mando del general Navarro, quienes procurarían aguantar para acabar rindiéndose finalmente a los jefes rifeños; estos, desbordados por la furia de los beligerantes, no pudieron impedir una horrible carnicería. Un mes antes de Annual, en Abarrán, se había asentado una posición destacada, que fue tomada también al asalto, pereciendo allí los quintos españoles con la exclusión del teniente que mandaba la avanzadilla de artillería, a quien se le indultó con la pretensión de instruir a los rebeldes en el uso de los cañones. Diego Flomesta pereció por desfallecimiento antes que aceptar las pretensiones rifeñas.

El desastre de Annual tuvo repercusiones en el Rif y en todo el Protectorado, y supuso el reconocimiento de Abd_El-Krin como dirigente de la resistencia. También las tuvo en España, y no solo en el al ámbito gubernativo, sino también en la opinión pública. Se exigieron responsabilidades. Las de carácter técnico se le encomendaron a un comité presidido por el general Picasso, mientras que en las Cortes se constituyó una Comisión Parlamentaria de Responsabilidades, integrada por diez liberales y once conservadores. Los políticos acusaban a los militares, y viceversa. No se llegó a ningún resultado, debido al desorden social y político imperante, así como al cambio de régimen que pronto se produjo. En efecto, dos años después de la catástrofe, el 11 de septiembre de 1923, ante la crisis existente, tuvo lugar un golpe de Estado por parte del general Primo de Rivera, que acalló cuantas voces reclamaban a los militares su asunción de responsabilidades por el desastre. La derrota de Annual, quince años más tarde, traería otra consecuencia aún más grave, ya que la casta africanista de uniformados, apoyados por la Legión y los Regulares, se arrojó en hordas a la toma de España en julio de 1936.

* Catedrático