Tras las vacaciones, y como era de esperar, España no está mejor en ningún aspecto. El gasto público sigue disparado, previéndose alcanzar el 8,4% del PIB a final de año y sin que se hayan anunciado reformas, ni siquiera el despido de un asesor, que permitan ahorrar aunque sea un euro; tenemos la recuperación económica más lenta de la Unión Europea (UE), habiendo estimado el Gobierno el ritmo de recuperación del Producto Interior Bruto erróneamente, es decir, sin querer queriendo, han planteado un cuadro macroeconómico donde se indicaba que recuperaríamos nuestra actividad económica con un ritmo bastante más rápido que el que se está produciendo; el paro juvenil es el más alto entre los países UE, incluso de los países de la OCDE; el precio de la luz también es de los más altos de la UE y seguimos negando la mayor con la energía nuclear; nos estamos generando inflación, y ya verás si no nos vemos en una situación de estanflación (creciendo los precios pero sin crecer económicamente); vamos a tener que trabajar hasta los 75 años y aún así no es seguro que tengamos pensión; y ya sabemos que los Fondos de Recuperación que vendrán de la UE no van a servir de mucho.

A partir de este desastre que nos estamos generando, nos podemos preguntar en qué puede influir lo que pase en Alemania. Pues realmente lo que pasa o quién gobierna, como en este caso, en Alemania nos influye infinitamente, ya que al final la UE está formada por Alemania y los demás. De modo que, las políticas que se llevan a cabo por este organismo están en grandísima medida determinadas por ellos, y cuando se dice por ellos, se hace referencia a por quien gobierne en este país. Es por ello que todos deberíamos haber estado atentos a las elecciones del domingo 26 en Alemania.

Las elecciones las ha ganado el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), es decir, y salvando la exagerada distancia que hay, el PSOE de allí, quedando la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido de Ángela Merkel, a 10 escaños. Este último partido con sus 196 escaños ha perdido casi un 8% de sus votantes, en relación con las anteriores elecciones, lo que se puede leer como un desacuerdo de los ciudadanos con las políticas llevadas a cabo o con el candidato elegido para suceder a Merkel en la dirección del partido: Armin Laschet, un hombre bastante carente del carisma y que se ha boicoteado a sí mismo apareciendo en situaciones no muy populares, como cuando lo fotografiaron riéndose durante la visita a una ciudad que había padecido las inundaciones de hace unos meses. Ambos partidos podrían gobernar, pero si encuentran la vía para realizar una gran coalición, siendo Los Verdes y el partido liberal (FDP) quienes tienen la llave para decidir quién va a ser el nuevo canciller y el partido de Gobierno. Esto no se conocerá hasta el 26 de octubre, cuando tenga que constituirse el nuevo Parlamento. No obstante, se prevé que sea el SPD, con Los Verdes y los liberales, quienes consigan gobernar, acabando con 16 años del CDU como partido que ha marcado no solo el designio de los alemanes sino también el del resto de europeos.

El candidato del SPD, Olaf Scholz, ha sido el ministro de Finanzas con Merkel desde 2018 (ya sé que eso es algo que resulta impensable en España) y ha sido su gestión de la crisis del coronavirus lo que le ha hecho ganar popularidad. Además, es visto en cierta medida como el sucesor de las políticas de Merkel, por lo que se intuye que los alemanes quieren cierta continuidad. De hecho, dentro del Partido Socialdemócrata se ha hecho impopular por ser demasiado «conservador», aunque entre su agenda aparezcan subir impuestos o flexibilizar el techo de gasto cuando sea necesario. De hecho, ha sido uno de los grandes impulsores de los Fondos de recuperación europeos y evitó que el desempleo en Alemania aumentará al crear la reducción de jornada subvencionada. Al igual que Los Verdes, quiere subir impuestos, y ha prometido el aumento del salario mínimo, la estabilidad de las pensiones y la construcción de 400.000 viviendas al año. También, ha hecho del cambio climático uno de sus pilares, siendo el medio ambiente una de las principales preocupaciones de los ciudadanos alemanes.

Por tanto, en el ámbito de la UE, lo primero que puede suceder es que cambien los equilibrios políticos, ya que el Partido Popular Europeo ya no gobernará en ninguno de los cuatro grandes países de la UE. No obstante, el SPD es claramente europeísta, si bien tiene una visión más flexible de la política fiscal y presupuestaria, lo que puede llevar a una mayor mutualización de la deuda y a que no se vean modificadas las políticas monetarias expansivas que está llevando a cabo el Banco Central Europeo, algo sin duda muy negativo para nosotros a largo plazo debido a la inflación y al sostenimiento de deuda pública de países como España que no encuentran aliciente en reducir el déficit. También, es probable un aumento de impuestos desde Bruselas, sobre todo relacionados con la conservación medioambiental, por lo que la luz probablemente seguirá en una senda similar a la actual (lo verde se paga) y la UE puede seguir perdiendo competitividad mientras compramos al país más contaminante del mundo, China. Se está hablando, igualmente, de alguna medida de mercado laboral, aunque sin tocar la estructura de estos mercados que resultan muy heterogéneos, como la creación de un seguro de desempleo europeo. Por tanto, más impuestos, más deuda y más verdes... Y a esperar a dónde nos lleva eso.

** Profesora de Economía financiera de la Universidad de Córdoba