Ana Castro lleva dos sábados sin acudir a su cita con los lectores de Diario CÓRDOBA. Su columna ‘El cuerpo en guerra’ volverá, pero de momento ella debe descansar. Y reponerse. La joven escritora y periodista pozoalbense reside en Madrid, desde donde nos envió preciosos y duros relatos durante el confinamiento, pero su escenario es el mundo, al que llega desde un solidario y continuo intercambio intelectual y emocional aprovechando las redes sociales y todos los medios de comunicación que una persona atenazada por el dolor puede utilizar desde su casa. Las redes e internet son una ventana que amortigua el encierro de la enfermedad.

Me permito ocupar hoy este espacio de Ana porque tengo un dolor muscular. Sí, esa es la razón. Llevo unos días con él, me molesta para andar. No es que lo tenga permanentemente en la cabeza, pero casi, pues cada vez que me siento o me levanto, cada vez que empiezo a andar, el tirón me recuerda que el dolor está ahí. Es llevadero, y se pasará seguramente en unos días, pero, después de hablar con Ana por teléfono, y de que ella me dijera con esa voz cálida y siempre amable cómo se encontraba, me pongo a cavilar. ¿Cómo será vivir cada día con fuertes dolores que no terminan nunca si un simple tirón (o una migraña de unas horas, pongamos) te incapacita, te irrita y te invade la mente?

Ana lo sabe todo sobre el dolor. Y yo venzo el pudor y el miedo a ser indiscreta porque ella misma lo ha relatado en su obra literaria, en sus artículos, en las redes sociales (conózcanla mejor en anacastro.es o en Twitter). Es autora del poemario ‘El cuadro del dolor’, su primera obra publicada (y galardonada: III Premio de Poesía Juana Castro y Premio Solienses 2018), y hace apenas unos días se presentaba en la feria del libro de Madrid ‘Rojo-dolor’, antología de mujeres poetas en torno al dolor (Renacimiento, 2021), en el que ella hace visible ese sufrimiento que sí tiene género, especialmente por lo mucho que ha sido acallado o ignorado.

Una materia difícil la que explora Ana Castro, desde su propia experiencia y desde tantas como le llegan por su empatía. Desde su casa, dice en un tuit: «Estoy de convalecencia y reposo absoluto en la cama. Siento que el mundo se me escapa entre tanto dolor. Todos los días las mismas paredes... Me siento tan excluida de todo ahora mismo... Aunque sé que toca cuidarse para lo que vendrá». Pero no se ha quedado en su tristeza e inmovilidad. Ayer mismo movía en Twitter el hastag #TuDolorImporta, formando comunidad y trasladando a la sociedad ese mundo desconocido del dolor crónico que tan difícil atención médica tiene. Una luchadora.