Reyes Maroto salió a las puertas del Congreso, entre esos dos leones bajo el cielo brillante de Madrid, con la ampliación de la foto de la navaja que había recibido por correo durante la campaña electoral, porque la extrema derecha estaba alentando los mensajes de odio y porque vamos a parar el fascismo y porque a las barricadas, por el triunfo de la confederación. Resultó que el sobre le había llegado con remite -se descubrió después, y es de suponer que Reyes Maroto lo supo desde el primer momento-, escrito a puño y letra con el nombre y los apellidos del pobre enfermo mental que se lo había enviado a la ministra. Los anónimos se caracterizan precisamente por eso: la ausencia de identidad del emisor. Si lo que se ha metido en el sobre no es una carta perturbadora, sino directamente una navaja, hay que suponer que nadie equilibrado -suponiendo que alguien equilibrado pueda dedicarse a estas cuestiones- anda poniendo el nombre en el remite.

Claro, al tipo lo cogieron. Pero Reyes Maroto, en lugar de retractarse de sus acusaciones a lo ancho de la oposición, admitió que sí, que no había sido la extrema derecha, ‘pero que’. Desde que la escuché entonces, con la faca ampliada a lo Curro Jiménez cortando un pan de pueblo, casi más espada medieval que navaja, la ministra de Industria, Comercio y Turismo se me quedó ampliada a la altura de su propia alarma, su acusación infundada y su soberbia posterior, al no reconocer la falsedad del teatro. Ahora, como lo suyo es combatir las amenazas, ha querido enviar esta semana un mensaje de tranquilidad a los turistas que se encuentren en la isla de La Palma para que disfruten «este espectáculo tan maravilloso de la naturaleza», ya que «se está dando información para que los turistas puedan viajar a la isla y disfrutar de algo inédito de poder ver en primera persona». Hablamos de 5.000 desplazados, vidas rotas y casas quemadas para siempre. Pero ahí sigue. Parece que ahora es ella la que firma el remite.

* Escritor