Se está poniendo complicadito saludar. Ya hay quien se lanza a dar dos besos como si aquí no hubiera pasado nada. Muac, muac. Lo peor es la duda, no sabes si dar la mano, dar una palmada, llevarte el puño al corazón o verbalizar un hola. Claro que el hola ha de ser cálido, cariñoso, dicharachero, no vaya a ser que el destinatario o destinataria del hola piense que somos unos antipáticos. Se puede añadir un qué tal. Hola, qué tal, aunque el riesgo es que te lo explique. Que te explique que tal le va. El virus se está yendo o eso queremos creer. Nos relajamos y se va notando en el saludeo. Vuelve el contacto y reviven los abrazafarolas. Estaban muy solas las farolas. Cómo habrán resistido la pandemia los que siempre daban palmaditas en la espalda.

Es un gran deporte y una excelente distracción sentarse en una terraza a contemplar encuentros. Y asistir a ellos como si se viera una escena de cine mudo cómico. Dos que se encuentran y palmotean al aire, hacen gestos, se inclinan, esbozan ademanes para finalmente ni tocarse ni besarse y decirse luego, a cierta distancia y como despedida, lo que se ha dicho toda la vida: a ver si nos llamamos y quedamos a comer. Con los vecinos ya está poco a poco también cambiando el protocolo del saludeo. Hemos pasado del sube tú, que estabas antes y yo no tengo prisa a «yo ya estoy vacunado». Y va el tío y dicho esto se mete contigo en el ascensor. Y tú conteniendo la respiración. Al menos hasta el tercero, que ya no tiene uno edad para excesos. Lo malo es vivir en un noveno. Chocar el puño se estaba imponiendo. Justo ahora, que vuelve el estrechamiento de manos, menos higiénico y más doloroso. Sigue habiendo gente que te la estruja, la mano, como si nunca hubieran cogido una. Queda uno dolorido y sin ganas ya de meterla en ningún sitio. Otros la tienen siempre flácida y parece que estás meneando una medusa en lugar de estrechando una mano amiga firmemente femenina o dulcemente varonil. En el término medio no está la virtud, está la mitad. Pero en esto de estrechar sí somo partidarios de las medias tintas que no siempre producen mensajes a medias. Chocar el puño puede tener, como estrechar la mano, solemnidad o tono de camaradería. Lo que se prefiera. Si estrechando la mano demostramos que no portamos armas, chocando el puño estamos aclarando que lo tenemos presto para partirle la cara al interlocutor si se pone desagradable. O si le preguntas que qué tal está y va y te lo cuenta.

* Periodista