La canción ‘Rosa rosae’ de José Antonio Labordeta ha inspirado a Carlos Saura para hacer un bellísimo documental que inauguró el Festival de Cine de San Sebastián. El trabajo de Saura son trazos que desvelan el desgarro, el miedo y la desesperanza que deja tras de sí una guerra civil y que Labordeta plasmó con versos inolvidables como estos: «Rosa rosae/ y también el valor de Pi/ y el recuerdo final por los muertos/ de la última guerra civil./ Así así crecí. / Dulcemente educado en tardes de pavor, conteniendo la risa, el llanto y el amor...».

Hoy encontramos voces que hacen mucho ruido y que buscan que nuestra historia reciente sea borrada y de la misma forma pretenden que olvidemos a los muertos que sin identificar siguen en fosas comunes o en cunetas y que dormirán en ese olvido de por siglos, porque sus hijos y nietos se van haciendo mayores y las generaciones posteriores terminarán por olvidarlos, a no ser que entre todos elijamos el camino del respeto y el apoyo a nuestra Ley de Memoria Histórica, que tanto ha costado sacar adelante, y que es la forma de devolver la dignidad a los muertos ajusticiados y fusilados sin razón alguna, y, aunque no guste, también es la forma de hacer saber que una guerra civil y posterior dictadura de 40 años nos robó nuestra historia y que al cobijo del miedo brutal que se impuso tras la guerra, las mujeres, rojas en su mayoría, vieron nacer a sus hijas a las que no pudieron criar, porque se convirtieron en bebés robados, quedando los sentimientos y entrañas de todas esas madres amputados y secas.

La historia siempre tiene varias lecturas: una es la de quienes propician el dolor y lo justifican con razones religiosas, ideológicas o de fronteras y que no es más que una forma descarada y brutal de mantenerse en el poder a cualquier precio. La otra es la que callan los hombres y mujeres que padecen las vejaciones, las venganzas y los robos. Y ahora resulta que nos dicen que hay que olvidar para que España avance en paz y nos recuerdan que la transición fue un modelo de generosidad, que yo calificaría de cierto inmovilismo, y que ha permitido que en el siglo XXI escuchemos cosas como que la guerra civil se produjo por un enfrentamiento entre los que querían democracia sin ley y aquellos que querían ley sin democracia. Mentira. La guerra civil la motivó un golpe de Estado que acabó con un régimen elegido democráticamente.

El gran peligro de quienes se consideran jueces y saben ser verdugos, sea cual sea su motivación, es que les ciega el ansia de poder, les envenena la felicidad ajena y en su suciedad mental se convierten en simples buitres carroñeros que propician la muerte y luego alimentan su olvido.

Es importante que todos sepamos que nadie quiere vivir en un infierno, allí solo quieren vivir los que lo dirigen que nunca se manchan ni ensucian, y siempre tienen las puertas abiertas de su paraíso que no huele a cloaca ni a miedo.

** Periodista y escritora