25.000 metros cuadrados de polipropileno reciclable color plateado con detestellos azules y 3.000 metros de cuerda roja. Sesenta años de espera burocrática para conseguir los oportunos permisos y, al fin... El Arco del Triunfo de París empaquetado, la primera obra que soñaron los artistas Christo Vladimirov Javacheff (Gabrovo, 1935-Nueva York, 2020) y Jeanne-Claude Denat de Guillebon (Casablanca, 1935-Nueva York, 2009) tomará forma por fin este año, ya, durante dos semanas. Su equipo de trabajo, encabezado por su sobrino, ha realizado la primera obra que concibieron y siempre ansió este matrimonio y pareja de creadores.

El máximo icono de los parisinos, aquel que sufrió desperfectos en 2018 tras las manifestaciones más violentas de los chalecos amarillos y fue erigido por Napoleón en 1806 para conmemorar las victorias del ejército francés, cubierto de prolipropileno y cuerda roja como una obra de arte estática y temporal que suscita todos los interrogantes que nos atrevamos a plantearnos sobre el espacio público, el arte y la propia historia. Para llevarlo a cabo ha sido necesario el trabajo de 1.200 personas y 14 millones de euros que el propio Christo se aseguró de conseguir, como hicieron siempre a lo largo de toda su carrera para poder disponer de libertad creativa: se pagará con la subasta por parte por parte de Sotheby’s de la colección personal de arte de la pareja y sus bocetos, que han alcanzado un precio estratosférico. De hecho, Christo, cuando recibió la noticia de que había conseguido el visto bueno de las autoridades, se puso a trabajar a contrarreloj para crear bocetos de sus obras para poder sufragar el coste, porque para entonces ya habían vendido todos los del Arco del Triunfo para llevar a cabo sus anteriores instalaciones.

Su primer gran proyecto ejecutado fue el empaquetado del Pont Neuf de París (1985) después de esperar los permisos durante diez años. Aquel fue su primer gran «empaquetado», si bien fue en 1958 cuando comenzaron a trabajar este concepto. Desde entonces, han cubierto islas enteras, han abierto sombrillas simultáneamente en Japón y EEUU, han empaquetado el Reichstag alemán, han colocado muelles flotantes en Italia... Y, por fin, entre tantas instalaciones temporales, su gran sueño va a hacerse realidad y ellos no están para celebrarlo.

Este es su último empaquetado, su testamento póstumo. Quiero verlo con mis propios ojos, tocar esa tela. Rendirles mi propio homenaje.

** Escritora y periodista