No hace falta ser un zahorí, descubridor de objetos muy ocultos, para afirmar que TVE no es una cadena pública; del público, de la sociedad española. Es la «televisión del Estado», como la definió el presidente de RTVE, José Manuel Pérez Tornero, en una larga entrevista publicada en El Mundo. Pero las palabras significan lo que esconden: TVE es la televisión del Gobierno. Lo fue desde el consensuado Estatuto de 1980, aunque durante la etapa de Rosa Mateos lo fue más que nunca. Vi esta semana la entrevista que le hizo Carlos Franganillo al presidente Sánchez. Me imagino que la idea fue de la Moncloa. Al que manda hay que decirle sí de momento. El presidente necesitaba contrarrestar los malos augurios de las encuestas, no como hombre de Estado -no había motivos extraordinarios para esa intervención- y si como «propietario» de un arma audiovisual tan eficaz en la propaganda. He visto también esta semana, en la cadena pública ZDF, uno de los debates televisivos previos a las próximas elecciones generales de Alemania. La triada -Annalena Baerbock, Los Verdes. Armin Laschet, CDU. Olaf Scholz, SPD- fueron entrevistados por dos periodistas, mujer y hombre, que preguntaban o cortaban a cualquiera de los citados políticos, sin prejuicios partidistas y sin el conocido tópico de los debates electorales españoles: «Le quedan dos minutos.» En la ZDF ninguno dijo «déjeme terminar», cuando alguno de los periodistas le matizaba quizá recordándole algo que dijo en su día, contrario a lo que ahora decía. Franganillo estuvo bien, pero tras el aviso imperativo presidencial no se atrevió a tanto.

** Periodista