Cuando la Ana de 18 llegó a Madrid, ansiaba que llegara mayo como si no hubiera un mañana. Necesitaba urgentemente que Almudena Grandes le firmara esos libros que tanto habían influído en sus lecturas de adolescencia y que la condujeron a Carmen Martín Gaite y a Carmen Laforet, entre otras. Mis amigos aún recuerdan el numerito que monté en la caseta de Tusquets gritándole cual fan de las Spice Girls haciendo cola dos días antes del concierto. Ella me nombró «la candorosa» y, a partir de ahí, comenzó el ritual de ir cada año a estrenar el calor y las faldas sin medias al Parque del Retiro, como si se tratara de un peregrinaje imprescindible para esa chica joven que quería ser escritora.

Al fin y al cabo, es el evento literario del año en la ciudad, el que estrenaba el verano y se despedía de la primavera, entre finales de mayo y principios de junio y que ahora vuelve después de acontecer el fin del mundo en su versión pre-otoñal, como en su día lo hizo Cosmopoética en Córdoba. Tras muchas complicaciones para el sector del libro, detrás de las cuales solo hay ilusión por sacar adelante proyectos que merecen tener las lectoras en sus manos, por fin lo soñado, lo ansiado, la Feria, que comienza este fin de semana.

Por supuesto, será una feria atípica con aforo limitado y cuotas delimitadas para las firmas, pero ¡habrá firmas! y... ¡Volverá la Feria! Las casetas regresan al Parque del Retiro con más ilusión aún quecla primera vez que se celebrara en el Paseo de Recoletos en 1933. Todo ello ha sido posible gracias al afán incansable de libreros y editores en la comisión organizadora y tras todo el trabajo que no se ve y resulta extenuante (el montaje, la decoración, las prisas para que el camión llegue con todo el equipaje de los últimos dos años...).

Todas estrenamos traje nuevo este año en la Feria y una ilusión desmedida. Aguardo con ansia el 22 de septiembre, mi día de firmas en la caseta de la Editorial Renacimiento con más ilusión y nervios que la primera vez, porque pasó un cataclismo, nos dejó destrozadas, con mucha más necesidad de libros, de luchar por que estos se conviertan en un bien de primera necesidad legalmente reconocido y ahora... Por fin la puesta de largo.

Probablemente no solucione la gran crisis que atraviesa el sector editorial ni las librerías, pero les dará un buen empuje para aguantar hasta la campaña de Navidad, y recibirán eso que es tan necesario y el alimento principal de su dieta: el calor de las lectoras. Porque ser librera o editora es muy duro, difícil y nada rentable, pero adquiere sentido al ver el rostro de emoción del público.