Es cierto que este año no celebraremos la Velada, con sus diversiones, sus campanitas, visita al santuario de la Fuensanta, ver el caimán, como ha sido tradicional. Mas sí puede haber una alternativa, quizás más profunda, y es la de repensar y reflexionar sobre el significado que tendría hoy la Virgen de la Fuensanta, la Virgen en sí, fuera de las fiestas patronales semipaganas y descubrir que no es ajena a la realidad histórica en que estamos en el siglo XXI. Es por lo que hay que reivindicar a María como una mujer valiente, porque para ser la madre de Jesús, y convertirse al Cristianismo, hay que ser muy valiente, no pensar en que el anuncio del ángel era una alucinación. En fin, sus manos serían unas manos con callos, resecas de trabajar para los suyos y los demás, sin pulseras ni collares, y también manos de madre, manos dispuestas a querer.

¿Quién fue María? Los Evangelios nos dan una visión aproximada de quién fue María, su primera prueba de la valentía de María es la aceptación de la concepción de Jesús, y de la continuación de su embarazo. También podría haber sido abandonada por José con la ruina económica que le hubiese abocado a la indigencia, o ser repudiada en secreto. Desde luego que la reputación de María quedó dañada pues el embarazo se produjo antes del matrimonio, y no se sabía si era de José, o si había habido alguna infidelidad de María. Las comidillas y comentarios debían haber atosigado a María, que decidió pasar parte de su embarazo en casa de su prima Isabel, lejos de Nazaret.

María también es profeta cuando anuncia el derribo de los arrogantes, soberbios y poderosos, para elevar a los pobres y hambrientos. Ya adelanta el Reino de su hijo. Visto desde una perspectiva moderna, la segunda parte del Magníficat refiere a Dios como Aquel que echa por tierra las categorías sociales y estructurales. María, conocedora de la exclusión social por ser mujer, desde el Magníficat, ya está profetizando las condiciones para entrar en el reino de los cielos, como los profetas portavoces del Señor. María se convirtió en un inmigrante más en Egipto y cuando volvieron a Nazaret, vivió como cualquier mujer casada y madre. María fue una mujer observadora e inconformista con la marginación de la mujer, y la que enseñó a Jesús muchas cosas de la vida diaria, no nos extraña que la mujer sea la principal actriz de muchas parábolas de Jesús, como ejemplo ante la sociedad patriarcal machista. María sigue a su hijo, aunque no aparece en todo momento, lo sigue y hasta la Cruz, como madre pero también como creyente pues podría haber rechazado a su Hijo y creer que era un iluminado. Por esto no es justo tener una visión de ella pasiva e indiferente, pues fue una mujer valiente, que abandonó a su propia familia para formar parte de la nueva Comunidad creada por su Hijo, y por su Fe, Amor y Valentía extremas, se convirtió por derecho propio en Pilar de la Iglesia. Insertar a María en nuestro presente histórico pandémico, en un lenguaje que conecte con el corazón de las personas, contagiados y muertos por virus, éxodo de migrantes en pateras y refugiados políticos, excluidos laborales, desahucios de viviendas, jóvenes sin proyecto, explotación infantil... ¿Qué diría la Virgen?. Hay que reflexionar sobre el amor, justicia y solidaridad, más que solo procesionar.