Cada periódico ha buscado su ‘titular’ a la hora de hacerse eco de la entrevista de Carlos Herrera, toda una exclusiva mundial, al papa Francisco. Y al menos, en nuestra prensa nacional, todos se inclinaron por elegir un «titular» relacionado con los temas más escabrosos, fronterizos o problemáticos: La eutanasia, que se relaciona con la cultura del descarte; lo de la posible presentación de su renuncia al pontificado, --noticia que el Papa desmintió categóricamente--, y lo de la «situación de Cataluña», en la que Francisco eligió la «vía de la reconciliación con su historia». Luego está lo que podemos llamar la «letra pequeña», otros muchos puntos que surgieron a lo largo del diálogo del radiofonista con el Santo Padre, y que, los periódicos y muchos medios informativos, ni siquiera han recogido en su información. Me refiero a tres frases del Papa que me llamaron especialmente la atención y que incidían fuertemente en la vida de las gentes y de los pueblos, sobre todo, en los creyentes cristianos. La primera se refiere a las «derrotas», a los «fracasos», a ese «caer» estrepitosamente, sin fuerzas para levantarnos. Las palabras que utilizó Francisco tienen fuerza suficiente para un buen titular: «¡Levántate! ¡Apuesta de nuevo!». Porque lo peor no es «caer» y ser «derrotado», sino «permanecer caído». La segunda frase se refiere a los «miedos». El Papa, al ser preguntado por sus «miedos», dijo que le tenía mucho miedo a los «diablos educados», a los que llegan con «modos y maneras nuevos», de tal forma que ni siquiera notamos su presencia. Es posible que el Santo Padre se refiriera, aunque no lo dijo, a ese «buenismo» que está de moda en la política y en los ambientes sociales. El «buenismo» que viene a ser como un sello de «bondad» en todo lo que se hace, como si fuera lo más natural del mundo. El «buenismo» justifica crímenes, elabora leyes absurdas y totalmente injustas, elimina las vertientes morales de nuestras conductas. El «buenismo» revela una actitud política y social que consiste en defender los mejores valores de las relaciones humanas, como la tolerancia y la solidaridad, e ignorar sus aspectos negativos de forma poco pragmática. Al escuchar que el Papa nos hablaba de los «demonios educados», enseguida me vino a la mente lo que hoy se llama «buenismo». Con qué descaro se practica, como las actuaciones de los «diablos educados». Entre sus miedos, el Papa señaló también el «aguantarse a sí mismo», una lucha personal a la que quiso referirse para superar muchos desalientos. Y la tercera frase del Papa, en la entrevista con Carlos Herrera, fue la respuesta a una pregunta formulada directamente al pontífice: «¿Cómo le gustaría que le recordaran?». Con toda serenidad, utilizando muy pocas palabras, el Papa quiso dejarnos la visión más trascendente de su persona: «Como lo que soy, un pecador que trata de hacer el bien». En ese momento, me vino a la memoria la entrevista que le hizo el jesuita Antonio Spadaro, a los tres meses de haber sido elegido Papa de la Iglesia católica. También le formuló una pregunta casi idéntica: «¿Quién es Jorge Mario Bergoglio». Y en aquella ocasión, Francisco contestó: «Yo soy un pecador, en el que Dios ha puesto los ojos». Tras escuchar con atención a Carlos Herrera, en sus preguntas, y al Papa, en sus respuestas, he querido fijarme en esta «letra pequeña» de una entrevista que ha dado la vuelta al mundo. Tres profundas reflexiones que no han merecido titulares en los periódicos, pero que, escuchadas y leídas con atención, desde la orilla de la fe, nos ofrecen todo un «programa de vida» para sonreír y triunfar.

** Sacerdote y periodista