En la primera mitad de los años 40 fui a Cabra por primera vez. Siendo un niño acompañé a mi abuela muy devota de la Virgen de la Sierra. Al iniciarse las festividades con ‘La Bajada’, recuerdo ahora que nos alojábamos en el Hotel Central. Estaba situado en la calle San Martin, en la misma acera de la Imprenta Mejías que editaba El Popular. Fue el primer periódico que yo leí en mi vida ya que mi abuela era suscriptora y lo recibía en Baena. Rememoro con cierta nostalgia los artículos de Juan Soca cuando escribía de don Juan Valera. Manuel Azaña supo valorarlo en su vertiente literaria y en su talante liberal. Muchos años después asistí a ‘La Bajada’. Pasaba aquella multitud enfervorecida por una finca donde presencié a la Virgen con su atuendo de peregrina.

En otra ocasión, Carmen Calvo, durante su pregón al que asistí en el Parque siendo ministra de Cultura, aludió a la Virgen de la Sierra y a la diosa griega Afrodita. De la novena a la Virgen de la Sierra tengo también recuerdos de aquella mi primera visita a Cabra. El ambiente de la Iglesia, el sermón y el aroma del incienso me producía un sueño reparador. Pero volviendo al Hotel Central, no olvido a la señora de la limpieza de las habitaciones, guiándome con cierto misterio a la que ocupaba un torero. Me mostró el traje de luces que allí esperaba la hora de ir a la plaza para la habitual corrida de novillos o de toros. El bordado me produjo una sensación muy especial. Desde entonces siempre que voy a una corrida recuerdo aquella habitación a media luz, repleta de magia. El Hotel Central sigue abierto en mi imaginación.

* Periodista