Hola a todas. Como ‘Mªrcyánò’ que consume sus vacaciones en vuestro hermoso planeta Tierra, puedo deciros que lo estáis haciendo francamente genial con eso de las mascarillas, los geles, test, las vacunas, distancias y largo etc. de medidas precautorias. Pero sabed que existen muchas más amenazas desatendidas en vuestras sucias calles. Partículas urbanas de toda naturaleza y toxicidad, conocidas en vuestra Andalucía como ‘piscos (de ahí la famosa sentencia «se ma metió un pihco en el ojo»), constituyen, a mi poco juicio, una amenaza de primer orden y no menor que las temibles (al menos en mi Marte) frecuencias malbaratadas en vuestros wifis y teléfonos idiotas, sin mencionar el generoso caudal de radiaciones y metales que os acechan en cada bocado. Por todo ello y como me caéis bien, me permito aconsejaros la adopción de medidas adicionales acordes con vuestra jodida coyuntura. El contador Geiger debe llegar para quedarse junto a la máscara anti gas y los buenos guantes de triple capa, hasta los codos, veinticuatro horas. Una mochila homologada, o mejor un carrito estilo supermercado, se presenta como una solución muy cool, al compás de esa restregadísima, hiperpublicitada Sociedad del Conocimiento que tan gallardamente representáis. Ya os veo empujando el carrito rebosante de lejías y escafandras, de «seguridad», los cristales empañados, el resuello en los calcetines, doscientos mensajes perdidos en ese aparato que tanto os facilita la vida: el no-teléfono. No olvidéis el seguro más impuesto de circulación para el carrito y la revisión semanal del cacharreo. ¿A que os he ayudado?

Por cierto. Ni se os ocurra pisar mi Marte. Nada hay allí de vuestro interés. Carecemos de preámbulos, protocolos, intermediarios y accesorios. Vamos a los hechos. La única tecnología reside en nuestras cabezas; la mayor satisfacción ‘Mªrcyánà’, en nuestra piel. Concebimos otra idea del concepto «salud». Volveré par… (Traducido del ‘Mªrcyánò’ por David Márquez).

* Escritor