La vida literaria de Lorca fue corta como también lo fue su vida, cercenada por la barbarie fascista el 18 de agosto de 1936. De hecho, solo quince años en vida es la trayectoria bibliográfica del poeta, desde que publicara en 1921 su primer poemario hasta el último en 1935, ‘Seis poemas galegos’. Aunque su primer libro fue en prosa y publicado en 1920, titulado ‘Impresiones y paisajes’. El resto de su bibliografía poética sería póstuma. Ese primer poemario lo tituló de una manera harto simple y evidente: ‘Libro de Poemas’. El libro, por petición de su amigo, pintor y editor Gabriel García Maroto, lo prepara en la Residencia de Estudiantes en 1920 y se publica en la primavera de 1921. Casi todas las poesías salvo una de 1915 están fechadas entre 1918 y 1920.

No es un libro unitario, sino poliédrico, una crátera en la que se mezcla el vino de calidad con el agua fresca. Un libro imperfecto, irregular a veces pero quizás es ahí donde esté su gracia, es como el humus de donde germinaría posteriormente el gran Lorca. Una poesía ya en el tránsito hacia su poesía futura.

Conocedor e influido por la poesía europea y en especial la francesa, no le hace ascos al modernismo o el simbolismo, un simbolismo, eso sí, destilado por Manuel Machado, que fue el que lo introdujo en España. Una poesía que no se ha dejado seducir por la eclosión de los vanguardismos futuristas o ultraístas del momento en Madrid. De hecho, Lorca parte de la tradición cancionera y romancera de nuestra poesía, o las coplas dialogadas, y aunque algunos han señalado la influencia de Juan Ramón, Rubén o Salvador Rueda -el poeta que confluye el andalucismo temático con el modernismo-, me parece más notoria la modernista y populista de los hermanos Machado, el romanticismo de Bécquer o incluso el de Campoamor. El de los Machados es evidente en estos versos: «Voy camino de la tarde/ entre flores de la huerta/ dejando sobre el camino/ el agua de mi tristeza».

Y es la naturaleza, ese elemento de romanticismo puro, el que está muy presente en este primer poemario: «Bajo esta sombra, encina vieja,/ quiero sondar la fuente de mi vida/ y sacar de los fangos de mi sombra/ las esmeraldas líricas». En este poema titulado ‘Encina’ ya presiente, a pesar de su juventud, el inexorable paso del tiempo: «Esta tristeza juvenil se pasa». Y la metáfora se convierte ya en el sostén fundamental de su poesía. Con una temática miscelánea que va desde el juego infantil -«mi infancia apasionada correteando desnuda por las praderas de una vega sobre un fondo de serranía»; «en abril de mi infancia yo cantaba», escribe en ‘Balada Triste’-, la personificación de la naturaleza, hasta el mar, el amor, la muerte, después omnipresente: «¿Cuántos hijos tiene la Muerte?/ ¡Todos están en mi pecho!». Y a pesar de ello el tono alegre, festivo -que no excluye la tristeza romántica-, ingenuo del libro, en correspondencia con su creatividad juvenil. También la sinergia entre lo culto y lo popular.

Aunque el libro pasó inadvertido, Juan Ramón sí se fijó en él y de hecho le propuso a Lorca colaborar en la revista ‘Índice’, que acababa el onubense de fundar. Dedicado a su hermano Paquito, en las palabras de justificación iniciales escribe el propio Lorca: «Ofrezco en este libro, todo ardor juvenil, y tortura, y ambición sin medida, la imagen exacta de mis días de adolescencia y juventud, esos días que enlazan el instante de hoy a mi misma infancia reciente». Es posible que este ‘Libro de Poemas’ sea el menos lorquiano por sus influencias y el más Lorca por su importancia en su formación poética y por la consecución de un acento y tono personal, con ese don poético que pocos poseen.

* Médico y poeta