Hace algo más de un mes, me encontré en la parada del bus 3 a Paco Cuevas y estuvimos hablando de su padre, Sebastián Cuevas, y de la antena de la banda CB 27 que todavía mantienen en su antigua vivienda familiar en las Casas de la Lastra, cuya calle lleva el nombre del periodista, y de otra que tenia en su casita de la cuesta de Las Cumbres, antes de llegar a Villafranca, donde una vez lo acompañé porque tenía problemas con ella.

Conocí a Sebastián a finales de 1980 con motivo de una reclamación que estaba haciendo a Telégrafos. Resulta que en la Cabina Télex, el teleimpresor que estaba a disposición de los usuarios, generalmente periodistas o representantes comerciales, para enviar personalmente sus mensajes, se averió y, al no poder usarse, él reclamó. Como responsable de los servicios técnicos en ese momento, el jefe de Telégrafos me avisó y dispuse que enseguida se sustituyera por otro teleimpresor de reserva cambiándole el indicativo, y así pudo enviar su crónica de corresponsal de ‘El Correo de Andalucía’. Pero no perdí el contacto con él, ya que asistía, alguna vez, a la tertulia político-cultural que se hacía los sábados, generalmente en la cafetería Magerit de Eduardo Lucena o en la cafetería de Galerías Preciados. Yo fui invitado a ella por su promotor, el jefe de Telégrafos, don Juan Durán Maestre, que había sido militante, como mi padre, de Izquierda Republicana; a la misma asistía también don Julián de Cabo, médico jubilado de Telégrafos, y Manolo Medina, exmiembro de la CNT represaliado y periodista del Diario CÓRDOBA. Yo era el mas joven de todos. Por cierto, Manolo apareció un día con unos libros de poesía suya dedicados a los tres Pablos (Neruda, Picasso y Casals) y editados por él mismo, que todavía conservo. Allí me presentó Manolo a su hija, también periodista, Margarita Medina qepd, que trabajaba en Radiocadena Española, de la que era director en Córdoba Angel Abellán, que estaba, creo recordar, en la calle Buen Pastor. Al enterarse Margarita de que yo recibí el carné del PCE ese mismo año en diciembre, ella, que coordinaba una incipiente comisión de prensa en el partido, me animó a participar en ella. También apareció en nuestra tertulia un día Sebastián, que acompañado de Joaquín Martínez Bjorkman (yo conocía a Joaquín del Cine Club Liceo y del Juan XXIII) nos animó a suscribir un bono de ayuda para la puesta en marcha de una antigua cabecera de periódico, ‘La Voz de Córdoba’. Ese día nos comprometimos solo Durán y yo para la siguiente reunión, con cinco mil pesetas a pagar a medias. A mí Sebastián me animó también a escribir artículos para el nuevo periódico, ya que le habían comentado que yo había participado en murales y periódicos universitarios (‘Amigos de Antonio Machado’ en la UL de Córdoba, la ‘Quijota’ en la de Alcalá de Henares y en la revista ecologista ‘Alfalfa’, donde un amigo catalán me pidió autorización para publicar mi diseño de una emisora de radio alternativa). Así comenzó la colaboración con ‘La Voz’ y mi amistad con Sebastián, con el que desayunaba a veces, pues la redacción estaba en la calle Cruz Conde, enfrente del edificio de Correos y Telégrafos. Allí también conocí a los que luego fueron amigos, los periodistas Manolo Fernández, José Luis Blasco, Camacho, Paco Luis Córdoba, etc, y también al responsable comercial Pepe Ortiz, el cual me pidió además colaboración en su área, lo cual hice poniéndolo en contacto con diversas empresas del ramo de la electrónica y las telecomunicaciones en Córdoba. En esa época yo tenia conocidos en el ramo, ya que además era profesor del Centro de Estudios Electrónicos por segunda vez, pues comencé en este centro, que dirigía el ingeniero industrial don Roberto Palomo González, recién acabada la carrera.

No recuerdo en qué año murió la pobre Margarita, que quiso que la trataran fuera de Córdoba. Lo que sí recuerdo es que a poco de morir su padre, Manuel Medina, descubrí por casualidad que estaban vendiendo parte de su interesante colección de libros en la librería de antiguo de La Corredera. Compré los que pude y llamé por teléfono a Bjorkman, que creo que se llevo otros. Luego, él me contó que tras la muerte de Manolo una hermana suya monja determinó venderlos al peso para liberar la casa que tenían en Cañero con objeto de ponerla en venta.

En fin, podía seguir contando pasajes de un futuro libro sobre mi relación con los periodistas y el periodismo, que alcanza a nivel nacional, pero hoy creo que principalmente es la hora de recordar y rendir homenaje al periodista Sebastián Cuevas Navarro, que murió hace ahora treinta años y que junto al también amigo Alberto Morales Almansa creo que han sido los periodistas más valientes de esta ciudad en estos últimos tiempos.

* Ingeniero de grado de Telecomunicaciones