Quedó ya muy atrás la borrasca que sufrió RTVE con el mando único de la presidencia de Rosa María Mateos. Sin el control de un consejo inexistente, sustituido por el «controlazo» de la factoría de la Moncloa, lo de televisión pública fue un sarcasmo. Ahora ha surgido una marejadilla por la «amortización» del cargo de Enric Hernández, director de «Información y Actualidad». ¿Tendremos por fin una televisión pública? Aunque no lo creo, me he hecho a esa idea al comprobar que TVE ha ofrecido a los espectadores españoles una excelente panorámica de la Olimpiada de Japón. Ha hecho los deberes que se le exigen a una televisión pública. Se nota que hubo una planificación previa. Una persona con aspecto normal sin intentar ser una estrella -la estrella debe ser la información- daba paso a los redactores in situ entrevistando a los atletas. Me ha gustado el detalle de que los enviados especiales lucían atuendos con el logotipo de la Casa y de la Olimpiada. Nada de ir cada uno a su aire. ¿Y cuando acabe la Olimpiada qué papel jugará el presidente, José Manuel Tornero? Lo tiene muy difícil ya que el «controlazo» en los temas gubernamentales seguirá alejado de la realidad. Va a necesitar mucha mano izquierda para convencer a los inspiradores de una determinada opinión de que la credibilidad debe ir antes que la toxicidad. Recuerdo que Pilar Miró, elegida por Felipe González para dirigir RTVE, fue destituida por Alfonso Guerra. Su pecado: no se fijaba en el carnet de militante sino en la capacidad para hacer una televisión pública, del público, y no gubernamental pero disfrazada de estatal.

* Periodista