La anterior ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, ha diseñado una ley por la que se puede pasar de curso, tanto en educación primaria como en secundaria, con todas las asignaturas suspensas. Por tanto, cualquier alumno podría irse de vacaciones sin aprobar «ni el recreo» y volver para comenzar el siguiente curso académico como si nada. Precisamente eso parece que está haciendo nuestro Gobierno: irse de vacaciones con todo suspenso y ver si en septiembre los ciudadanos ya no nos acordamos. De hecho, creo que para eso se han hecho los cambios de ministros. Pues bien, al menos en mi caso voy a ver cómo está el panorama económico y, desde luego, lo recordaré a la vuelta.

En relación con los datos más macro, en el segundo trimestre de este año, nuestro crecimiento económico volvió a rebotar, es decir, se ha recuperado de la caída tan estrepitosa del año 2020 y del primer trimestre del 2021. Así, nuestra tasa de variación en relación con el trimestre anterior aumentó en un 2,8%, principalmente por el incremento del gasto de los hogares, siendo la mala noticia que la inversión de las empresas sigue cayendo. Esto quiere decir que se recupera el PIB prepandemia a precios de mercado (1.244.772 millones de euros en 2019), pero no que nuestro PIB esté creciendo realmente; aunque que nos recuperemos siempre es una buena noticia. Sin embargo, el desempleo tiene un comportamiento algo diferente, al no conseguir el número de ocupados previo a la pandemia (andamos unos 200.000 individuos empleados por debajo, dependiendo del trimestre), y eso que aún no han pasado a computarse como desempleados las personas que están en ERTE (unas 450.000 personas en junio). Así, nuestra tasa de desempleo en junio alcanzó el 15,1% y para jóvenes menores de 25 años el 37,1%. Ni que decir tiene que tenemos el honor de ser el país de la Unión Europea (UE) con más paro y, es más, estamos en el top 50 de países del mundo. A todo esto se une que la inflación está empezando a hacer su aparición en la UE, aunque de esto no tiene la culpa las políticas realizadas en España sino la política monetaria del Banco Central Europeo, que nos va a meter en un problema importante. Lo que sí es un desastre absoluto es nuestro déficit y deuda pública. Hemos alcanzado un 125% de deuda sobre PIB, esto es un lastre que no solo pagaremos nosotros sino las generaciones futuras. No hay nada menos sostenible y más insolidario que endeudarnos porque sí, para que lo paguen nuestros hijos. Y ¿por dónde puede venir la crisis? Por deuda pública e inflación, sin lugar a dudas.

Ante este panorama, lo que hemos decidido los españoles, ya que somos nosotros los que elegimos a nuestros dirigentes, son medidas tendentes a limitar nuestro propio crecimiento económico a corto y largo plazo. A corto plazo, se sigue aumentando el tamaño de la Administración Pública, se crean más restricciones a la actividad económica mediante ley, y se suben impuestos. Lo primero aboga por el gasto público sin eficiencia, es decir, voto cautivo a costa de más deuda pública. Lo segundo restringe la creación de empresas por las dificultades de vérselas con la burocracia. Lo tercero, que ha afectado masivamente al precio de la luz y los carburantes, va a hacer que las familias dispongan de menos renta para gastar, pero también que las empresas suban el precio de sus productos, haciéndose además menos competitivas, ya que luz y transporte son inputs clave en cualquier ciclo de producción. De modo que, y tal y como se ha visto previamente, la inversión no aumenta probablemente por la falta de confianza de los empresarios, incluyendo autónomos, que además ven a su alrededor montada una campaña de desprestigio social, como si no fueran ellos los que crean empleo. A largo plazo, vamos a sacrificar las infraestructuras necesarias para el país para darle dinero más dinero al País Vasco y Cataluña, dos de las regiones más favorecidas, en lugar de tener una visión del desarrollo de nuestro país de conjunto y apostar por regiones con menores renta per cápita. Además, vamos a sacrificar la formación de nuestros jóvenes para que salgan de la educación primaria y secundaria lo menos preparados posibles y así hacerlos menos empleables y productivos.

Todo esto en un absoluto clima de crispación, donde no se puede disentir con las ideas, por llamarlas de alguna manera, del Gobierno porque te insultan y donde aflora una gigantesca industria política, como decía el profesor Gay de Liébana, conformada por todos y cada uno de los partidos políticos que parecen repartirse votos y repartir prebendas, incluyendo unos medios de comunicación que parecen desinformar y hasta en cierta medida una justicia en la que se está dejando de confiar. Vamos a seguir teniendo una mala vuelta de vacaciones.

* Profesora de Economía financieraUniversidad de Córdoba