Confieso mis gustos frikis desde pequeñito. Me quedaba pegado a aquel televisor Phillips (en blanco y negro y sin UHF, que a Los Pedroches no llegaba el segundo canal) cuando reponían episodios de la serie ‘Star Trek’. «Niño, no te acerques al televisor que da radiación», me decían cuando me aproximaba a menos de dos metros de la ‘peligrosa’ pantalla. El caso es que no dejan aún hoy en día de aparecer artículos de prensa, sesudos estudios y hasta trabajos universitarios sobre lo que ha significado esta saga en la cultura pop, bien por ‘profetizar’ avances técnicos, por los dilemas ético y sociales planteados en cada capítulo (y muchos de ellos totalmente actuales), por ser ya un referente audiovisual de un tiempo... o incluso en política y sociología por, entre otras cosas, propugnar que un equipo de humanos superasen todos los obstáculos del universo en una nave con un oficial extraterrestre (eso era lo de menos), una mujer negra responsable de comunicaciones -hablamos de que la serie se estrenó dos años antes del asesinato de Martin Luther King-, otro chino -el personaje de Sulu- y Pavel Chekov... ¡Un ruso al timón de una nave norteamericana en plena Guerra Fría! Ya digo que hay universidades como la de Rijeka (Croacia) o Georgetown (EEUU) que tienen como materia de estudio la filosofía ‘trekkie’ antirracista y antimachista. Pero... ¿podría relacionarse este espíritu de unión global en pro de la humanidad con la política actual, particularmente con la de España? Pues no. O al menos, visto el cainismo imperante, poquísimo.

Sin embargo, de pequeño me fijé en un recurso de los guionistas que suele repetirse en todas las series y películas: el cuarto hombre de cada expedición muere. Verán, cuando había que investigar en un nuevo planeta o en una misteriosa nave, siempre se ‘teletransportaba’ el capitán, dos oficiales ‘de nómina’ de la serie y un cuarto explorador, que era al que se cargaban al poco tiempo. El cuarto hombre tenía tanto futuro como un puesto de fruta en una película de acción. De pequeño quise ver una lección en ello: «Si no eres el jefe o uno de los oficiales esenciales, no seas el cuarto hombre de la patrulla de exploración, el prescindible, el de relleno, el chivo expiatorio... que te meriendan los marcianos». Y si se fijan, y volviendo a la política casera, es así como defenestra a muchos políticos valiosos dentro de los partidos: mandándoles de ‘cuarto hombre’ a misiones imposibles en un planeta desconocido pero a sabiendas de que hay marcianos cabreados. Seguro que en la última remodelación del Gobierno usted también encuentra ejemplos sobrados.

Sin embargo, son tiempos en donde no deberían estar tranquilos ni siquiera los otros miembros de la expedición, incluido el capitán, que siempre sobreviven a la aventura. Me llamó la atención, por ejemplo, conocer que en Salamanca, a la salida del reciente encuentro del PP previo a la Conferencia de Presidentes de autonomías, Pablo Casado se veía pasando entre corrillos, mirando de reojo y con sonrisa nerviosa a la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. A la pobre no le dejaban dar ni un paso en la calle los admiradores que le pedían hacerse fotos con ella, con los niños, sosteniendo la mascota... Y recordé que en la última serie de la saga, ‘Star Trek Discovery’, cambiaron de capitán varias veces en solo cuatro temporadas. El espacio no es la última frontera, es mucho más desconocida y misteriosa la política. ¡’Teletranspórtame’, Scotty!