Imagínate tú que andas en un mundo donde toda prestación o reclamación es atendida, perdón, ejercida por inteligencia artificial (lo digo porque la inteligencia artificial, esencialmente, no puede atender, cosa solo posible en la humanidad del individuo). Te enfrentarías entonces a aparatos que, como mínimo, ante una duda o necesidad imperiosa que necesitaras y no pudieras conseguir, nunca podrían darte consuelo ni esperanza ante la desestimación del momento. Pues qué quieren que les diga, que vamos camino hacia un sistema de atención al público deshumanizado. Y no lo digo por la progresiva y vertiginosa adaptación de todo tipo de atención a los recursos virtuales sino porque la poca gente que está quedando para atender, en vez de potenciar las virtudes humanas que tanto los diferencian de los ordenadores para incluso conservar su puesto de trabajo, se están volviendo cada vez más desaboríos.

Y cuidado, que no dudo que el acceso a todo tipo de prestaciones a través de internet supone una eliminación de los plazos y las colas. Por ejemplo, acuérdense del lío que suponía pedir una vida laboral, que te la enviaban cuando quizá ya habías perdido la oportunidad que se te ofrecía. No soy el típico personaje que va contra todo lo que huela a progreso, pero todo en la vida precisa equidad. Hay aún muchísima gente que tiene nula o casi nula cultura virtual, por lo que necesariamente necesitan a la persona de toda la vida que está detrás de la mesa de siempre que les oriente y gestione.

Pero estos individuos que están detrás de la mesa, en vez de brillar como centro de la creación universal muy por encima de la realidad virtual, cogen y derivan demasiado pronto a los recursos virtuales, habiendo significado la distancia del covid el pretexto perfecto no para la distancia métrica sino para ser distantes de carácter. Y a mí esto me sugiere arcadas porque la pésima atención no es por motivos digitales ni sanitarios sino para no complicarse demasiado la jornada laboral. Que la sociedad se digitalice no implica que nos volvamos unos malajes. Porque el funcionariado, los del banco, los de la sanidad, los de servicios sociales, los de sanidad, prisiones, etc, cada vez que llega una persona a preguntarle algo ponen una cara que echa para atrás, emplazándote inmediatamente al recurso telefónico y/o virtual. Es verdad que, como hay numerosas excepciones, a Dios gracias no se puede generalizar. Pero todo esto que critico está cogiendo tendencia y hay que ponerle freno. Así que propongo para parar todo esto que el ser un malaje en el trabajo sea causa inmediata de despido sin indemnización. Verán cómo todos estos siesos encargados de atención al público les atenderán con más humanidad.

* Abogado