Hace falta mucho valor para decirle al mundo entero que no puedes más, que hasta aquí has llegado, que necesitas parar, que ya está, que se acabó. Defraudar al universo olímpico no debe ser sencillo. Tampoco evitar mirar lo que dicen de ti en twitter, qué «memes» te hacen, qué comentarios hay en los medios, qué insultos te lanzarán los «haters» de medio mundo, recién levantados y con hondonadas de mala baba por escupir.

De la misma manera que Magic Johnson personalizó y dio una zancada imponente a la visibilización del sida, Simon Biles sitúa en el foco al mal de nuestro tiempo: la ansiedad, las depresiones, el runrún permanente, el no dormir por la noche, el terror ante el día que empieza, la vergüenza. Los sudores fríos, la sequedad de la boca, la flojera de las piernas, la angustia permanente en el estómago. Cuando ves que haces la cosas no por superarte tú sino por satisfacer las expectativas de otros en ti (de los medios, de tu jefe, de los espectadores, de tus padres o de tu novio), no es mal momento para parar un poco y pensar.

Pero no es fácil, y menos cuando hay toda una rueda mediático-deportiva en marcha que obliga a seguir ejecutando paso a paso todas las tareas: ruedas de prensa, entrenos híper-exigentes, competiciones, atención a tus redes sociales, compromisos publicitarios, actos con patrocinadores, eventos de sociedad, más la mochila que cada uno lleve de su vida familiar y personal. Si en los ochenta supimos que también los ricos lloraban, hoy en día pasa lo mismo con los/las superdeportistas. Pero no es fácil parar esa rueda, por la inercia que lleva. Hace falta ser de granito y tener una determinación de hierro para decirle a la noria que pare, que servidora se baja. Mujer y negra, bajita y gimnasta, Biles ya dio un paso importante hace cinco años reconociendo que también sufrió abusos sexuales por parte de un entrenador-depredador.

Ahora dice que no tiene la cabeza preparada donde la tiene que tener, y que no está para cabriolas. Vaya narices le ha echado: porque la vergüenza, el qué dirán o la falta de fuerzas, hace que muchas personas con problemas mentales no se atrevan o no puedan parar, despeñándose día tras día. La decisión de Biles hace más por la atención de la salud mental que miles de campañas de sensibilización sobre un tema que está ya en la calle de manera perenne, y desde hace tiempo. Pequeñaja pero matona y valiente, Simon Biles.