Aún puede ser que, lamentablemente, no me equivocase con aquella columna de hace unos meses en donde me daba en la nariz que no todo el mundo que quiera (y lo necesite) terminará vacunado del todo contra el covid-19. Hemos bajado la guardia permitiendo una quinta ola de la pandemia en España y no me extrañaría que, con esa misma laxitud, cuando haya un grupo suficiente inmunizado y el coste de la vacuna ya supere los de mantener un pequeño porcentaje de plazas de UCI ocupadas... alguien llegue a una terrible decisión.

Capítulo aparte está ese reducto (que en EEUU, Reino Unido e Israel es más que significativo) de negacionistas del virus y de la vacuna pero que luego quieren imponer a los demás su libertad de movimiento y reniegan del ‘pasaporte covid’. Al respecto, los que han esperado pacientemente la vacuna y se han comportados como dignos ciudadanos y patriotas al ponérsela, protegiéndose a ellos mismos, al resto de españoles y al sistema sanitario aún a costa de poder sufrir efectos secundarios, al menos no se merecen que alguien hablando de libertad (sin darse cuenta que su libertad empieza donde termina la de los demás) y sin el ‘pasaporte covid’ le haga el abrazo del oso en la barra de un bar rociándole la nuca de gérmenes.

Y los motivos que tuvieran para no ponerse la inyección dan igual, como igual le da al mundo los problemas que cada uno tiene. Pero si sus argumentos son una peculiar teoría conspirativa, en lugar de discutirla me atrevo a plantearle otra, y hasta con mucho más sentido común. Agárrense a la silla que vienen curvas: Los grupos y las teorías negacionistas del covid-19 y de las vacunas están promovidas en secreto por... las farmacéuticas. Ellas son las auténticas beneficiarias del virus y, una vez vacunado el sector de la población que garantiza que los sistemas sanitarios no se colapsen, hay que seguir exprimiendo el limón del covid gracias a un reducto negacionista alentado por jugosos pagos indirectos y secretos a líderes e ‘influencers’, lo que servirá para mantener vivo el germen más años y favorecer nuevas mutaciones y cepas que alarguen la lucha contra el covid-19… y los beneficios de las farmacéuticas.

¿Que lo que acabo de exponer es una aberración moral, un invento injurioso contra la ‘noble’ industria del medicamento y una chorrada de marca mayor? ¡Hombre, claro que sí! Por mucho que viendo el poderío de las multinacionales del medicamento y cómo se las gastan cuando negocian de tú a tú con el gobierno de cualquier país uno pueda pensar que... Ahí lo dejo.

Solo quiero mostrar lo fácil que es inventarse cualquier otra estúpida conspiración sobre el covid-19. Con dos diferencias: creo que la mía tiene muchísimas menos fisuras que la mayoría de bulos que circulan por ahí (lo que solo da cuenta de lo mal argumentadas que están las demás teorías paranoicas) y, segunda, que en este caso los que tienen que dudar son los que no quieren la vacuna porque son muy listos, muy libres y no se dejan manipular, no como el resto de nosotros, los tontitos. ¡Quién va a manejar a los negacionistas, por Dios! ¡Nadie! Justo como en ‘La Odisea’ le dijo Ulises a Polifemo cuando lo manipuló: «Yo soy Nadie».