Ha entrado el verano con sus altas temperaturas y sus intensas noches a la luz de la luna. Los pueblos ribereños del Guadalquivir y el Genil apenas concilian el sueño en el interior del valle y por las extensas vegas de canícula y ensoñaciones. Por la sierra, desde Hornachuelos, un apacible viento del norte suaviza la temperatura entre encinas y alcornoques, y entonces se disparan los recuerdos de misterios y leyendas que habitan en la memoria de los pueblos y se transmiten de generación en generación. El pueblo que no tiene leyendas, ni es pueblo ni nada de nada. Para ser una comunidad viviente debemos tener oscuras e increíbles páginas que recordar.

En las largas noches de verano, que son las más cortas del año, aprendimos los niños a reposar el ardor guerrero alrededor de la Morena. Era la carbonera una mujer anciana, vestida de negro y con un moño bien apretado a la coronilla, como parte íntegra de su cuerpo y un collar de jazmín ensartado; la escuchábamos hablar, con un sigilo de miedo y terror. Ella miraba a izquierda y derecha, asegurándose que nadie la oía, tan solo, los niños del corro, para empezar un relato que comenzaba «Cuando entró el Movimiento a fulana la raparon y a menganito lo fusilaron en las tapias del cementerio...». El aire se cortaba de rostros visibles en cuerpos anónimos. Y el silencio se cubría de preguntas, de incertidumbres, de buenos y malos. Hasta que la Morena sentenciaba «Cállate preguntón, ya te enterarás».

Y pasado los años me fui enterando de tantos misterios, leyendas y tragedias que se consumaron por sociedades intransigentes, creencias estúpidas o pasiones desatadas. Los horrores de la Inquisición con nombres y apellidos hasta el siglo XIX, las beatas emparedadas, los fantasmas violadores de mujeres inocentes, los crímenes de ciego amor a navajazo plateado en noches oscuras, las venganzas de vencedores con palizas a hombres indefensos en callejones perdidos, los represaliados ideológicos cantando a grito pelao himnos degradantes, la escalera de caracol de sombras de infancia con un llamado maestro y una palmeta castigadora. Y además, túneles ocultos, vados transitables, capillas quemadas y mucho más. Morena ya se puede contar en voz alta.

* Historiador