Las vacaciones, en pleno verano, son algo más que un tiempo de ocio; son un tiempo para el descanso. Los tiempos de hoy necesitan ralentizaciones que nos permitan bombear nuestro interior para que «palpite» hacia afuera. Un reto que se abre a medida que creamos espacios para la soledad y la oración. El auténtico descanso requiere ambos. Un tiempo contemplativo que ahonde en nuestras motivaciones más profundas. El sentido, el gozo, el amor y la felicidad colman este tiempo de descanso y lo transforman. Dios pone este tiempo a nuestra disposición, nos lo entrega como un don precioso para vivir la plenitud. El tiempo de descanso es un tiempo «bendecido». Hay tres cansancios que debemos afrontar, especialmente, desde la orilla de la fe: el cansancio de amar, el cansancio de luchar y el cansancio de ser buenos. Ahora se lleva, en las rupturas matrimoniales, señalar como causa principal que «se ha acabado el amor».

Sería dramático que la fuente principal de la felicidad, «el amar y el ser amados» se nos fuera agotando poco a poco hasta dejarnos completamente vacíos. Y aún peor que arrojáramos la toalla y abandonáramos el ring. «Se acabó la lucha» sería llegar a la más triste de las conclusiones. Y el tercer cansancio, «el cansancio de los buenos», fue ya señalado a mediados del siglo XX por el papa Pío XII en uno de sus radiomensajes navideños. Por eso, en este verano de encrucijadas, tenemos obligación de descansar. «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco», nos dice Jesús. Llama la atención su preocupación por el descanso. Sería interesante preparar «nuestra hoja de ruta», con los puntos más interesantes para esta época veraniega. Primero, que como dijo el papa Francisco, que «el verano no sea el invierno del alma». Segundo, atrévete a rezar. Busca un rato para hablar con Jesús a solas en el silencio de la oración personal, para escuchar «sus susurros». Tercero, dedica tiempo a la lectura: haz una lista de buenos libros que te informen, te formen y te enriquezcan. Cuarto, disfruta más de la familia, porque el descanso ofrece nuevas oportunidades para conocernos todos mejor, valorarnos y enriquecernos mutuamente.

Quinto, mejoremos la imagen, la salud y el corazón. Para descansar no hacen falta medios especiales ni grandes iniciativas. Solo es necesario seleccionar tiempos para una de las tareas más importantes de nuestra vida: mejorarnos por dentro y por fuera. A la vuelta de las vacaciones, todo puede ser nuevo y distinto. Habremos eliminado pesos que crean constantes fatigas y tareas que en vez de mejorar nuestra vida nos destruyen sin que apenas nos demos cuenta.

* Sacerdote y periodista