Veo en un telediario glorioso dedicado a la España vaciada a unos jóvenes que se refieren con respeto a sus mayores, y cómo evitan contagiarles del virus. Y luego, un poco después, veo en ese mismo telediario el espectáculo bochornoso de unos jóvenes pijos que consideran, ante todo, su derecho a divertirse al haber acabado el curso, lo que ha provocado un auge de contagios del coronavirus en diversas regiones. Y me pregunto cuál de las dos juventudes mantendrá en el futuro a la vieja generación, y cuál construirá de veras el país...

Quizás sería bueno, a esos jóvenes juerguistas hacer que toda esa masa de descerebrados que pueblan la Barceloneta y tantos lugares de litrona sean los que limpien los desechos que generan, y que luego tienen que gestionar las empresas --también públicas-- de limpieza.

Pienso que hemos pasado en este país, y aún estamos pasando, el equivalente a una gran guerra internacional, y desde el punto de vista económico así ha sido.

El país está extenuado, y solo confío en que no haya otra una recaída después de que recibamos a los dichosos turistas. Pero salimos de esta crisis con una deuda ingente, que lastrará a la generación siguiente, la de las litronas y las raves...

La parte positiva es que la economía de nuestro país es sana en el fondo, y está deseando emerger de nuevo hacia arriba... Tengo confianza en ella. Tengo confianza en los agricultores de esa España vaciada, y todo lo que representan. Porque, como dijo Delibes en El disputado voto del señor Cayo, en caso de guerra nosotros no podríamos sobrevivir... ellos sí...

Y creo que deberíamos tener en cuenta que lo único que nos puede salvar de otra crisis, con la deuda pública que tenemos, no es gastar más sino producir más, trabajar más. Y ello requiere un espíritu de consenso que no encuentro en que quienes creen que la libertad es emborracharse en masa hasta caer al suelo, y no saben que la diversión no constituye un derecho, sino un aliciente aleatorio y no necesario, como resultado del trabajo.

Trabajar más, producir más. Es lo único que puede salvarnos, también de los políticos enfrascados en sus luchas absurdas.

Producir más, aunque no sea tan divertido. Sería bueno que la juventud, y toda la sociedad, se dieran cuenta de esto. El país no está para juergas.

* Catedrático de Universidad y escritor