En Córdoba todo empezó en la Colina de los Quemados, en el actual Circuito del Parque Cruz Conde, donde se estableció un poblado tartésico, casi en plena prehistoria, y el tiempo construiría allí un teatro, llamado primero «Al aire libre» y luego de la Axerquía, donde el Festival de la Guitarra cautiva e hipnotiza a sus espectadores. Luego, vinieron los romanos -que no subieron del río a la Colina y construyeron el puente-, los visigodos, los árabes y los cristianos, cuya fantasía e imaginación literaria y aventurera creó su fisonomía libre en la Plaza del Potro, que Cervantes, que vivió un tiempo en la cercana Romero Barros, nombró en varias ocasiones y el guitarrista Paco Peña, en uno de los veranos de los que se venía de Inglaterra, ideó en ese histórico espacio el que luego sería el Festival de la Guitarra. Que este año cumple cuarenta y que comienza este jueves, 8 de julio, y termina el sábado 17 con un concierto de Paco Peña en la Mezquita, uno de los monumentos más señalados por su belleza del mundo.

El Festival de la Guitarra nace en la Plaza del Potro, un espacio donde se respira una universalidad castiza que no tiene más fronteras que las de la estética. Y una vida pretérita llena de la picaresca de aquellos viajeros de mula y camino, posaderos espabilados, escritores al acecho de la vida, pícaros esperando un descuido, busconas de amores de pago, taberneros de mil chismes y altivos hijosdalgo que dejaron por aquí esa impronta singular del Siglo de Oro español, inmortalizada en la literatura. Esto huele a Cervantes, a Don Quijote, a Rinconete y Cortadillo, a Estebanillo González, a Velázquez y a Góngora. Bueno, y a Julio Romero de Torres y ahora, al cabo de 40 años, a Paco Peña y la guitarra.

Y sigue un camino de arte e imaginación hasta llegar al Teatro de la Axerquía, a las orillas del Guadalquivir, donde la historia construyó la belleza. El Patio de los Naranjos y la Mezquita quizá sean sus cedidos escenarios de más exquisita e histórica identidad cuyas músicas, cuando suenan, dicen que atraen a los ángeles del coro celestial que en ese escenario se encuentran como en el cielo. Luego, están las Caballerizas Reales, en cuyos patios de arena nos han dado las noches llenas de guitarra, sonidos de palmeras y carruajes de caballos. Los Jardines del Alcázar son otro mundo donde en una noche mágica puedes unir la voz de música orquestal de Serrat con la melancolía profunda del río Guadalquivir que, en silencio, sabe construir las claves que la historia le dicta en cuanto a belleza, inspiración y casi eternidad. Esas noches de los Jardines del Alcázar en el Festival de la Guitarra son historia perpetua de un acontecimiento que vino a nacer en el corazón del Siglo de Oro de la ciudad, la Plaza del Potro, y termina, envuelto en aplausos, en un escenario con vistas a la torre de la Catedral, que envuelve al minarete de la Mezquita, y cerca de la Colina de los Quemados, donde se asentaron hace muchos siglos aquellos tartesos que, aparte de pelear por su economía de supervivencia, sabían dónde estaba la belleza, sobre todo en las orillas del río.

El centro de la ciudad también es Festival de la Guitarra si tenemos en cuenta que el reloj de Las Tendillas hace sonar a ese instrumento la melodía de Juan Serrano cada cuarto de hora; lo mismo que lo son el Gran Teatro y el Góngora, espacios que el XXI sigue utilizando del pasado siglo. Y la Sala de Orive, una belleza nada común con la herida siempre encendida de un rayo del terremoto de Lisboa de 1755. Escenarios que, como dice Juan M. Niza, en el libro del 40 aniversario del Festival de la Guitarra, pertenecen a la música infinita, como el Teatro Cómico Principal, Medina Azahara, La Corredera, Las Tendillas, la plaza de toros de Los Califas, Bodegas Campos, la plaza de Jerónimo Páez, la de Tierra Andaluza, el Círculo de la Amistad, la Sociedad de Plateros y los estadios de Enrique Puga y el Fontanar.

Este jueves, 8 de julio de 2021, empieza un tiempo algo raro en donde vamos a luchar contra los males de la pandemia y a esperar que la música sea ese milagro redentor que necesitamos. Porque vamos a revivir una historia de la ciudad que empezó en la Colina de los Quemados y se completó en la Plaza del Potro.