Quizá el presidente norteamericano pensaba en la supresión de los aranceles sobre el aceite de oliva durante el paseo de 29 segundos junto al presidente español. Hay que comprender que ni siquiera lo mirase ya que posiblemente estaba ensimismado en el aceite, muy importante para los olivareros andaluces y no tanto para Pedro Sánchez, obsesionado con la foto. La factoría de marketing de la Moncloa había trazado una hoja de ruta inaudita que nuestro presidente siguió al pie de la letra, corroborada por su posterior conferencia de prensa. No aludió a los aranceles y sí del progresismo común, cuando para los intereses de los Estados Unidos no hay diferencia entre republicanos y demócratas. De ahí que la perorata del presidente Sánchez no interese nada en Andalucía y sí el borrón y cuenta nueva de Biden con Trump, que fue quien impuso unos aranceles injustos. Ahora hay que recuperar lo que perdimos: ser campeones mundiales (término muy actual con la Eurocopa en juego) en la comercialización del aceite de oliva. Me viene ahora a la memoria lo que dijo hace ya algunos años Fernando López Segura al recoger el Premio Internacional Oro Virgen Baena concedido al equipo de Nutrigenómica del Reina Sofía. Estábamos ya convencidos, tras tantos años de investigación, sobre las muchas cualidades del virgen extra para prevenir y curar enfermedades. Tema vital junto a la calidad y la comercialización para exportar a países extranjeros. Me sorprendió hace muchos años, cuando viajé por vez primera a Inglaterra, que vendían el aceite de oliva en las boticas; sabían que era bueno para la salud.