Magnanimidad, una palabra que se queda demasiado grande, además de inadecuada, para la discutida concesión de indultos. La hemeroteca que puso de moda la izquierda se vuelve como boomerang y en las redes circulan las palabras de Sánchez de que no se concederían indultos, prueba, como en otras muchas de sus declaraciones, que mintió. Ya no es que se insinúe que puedan darlos, es que ya se están tramitando los 12 expedientes de indultos que en breve pasarán al Consejo de Ministros. Que el indulto sea una medida de gracia del Gobierno legalmente prevista no se discute, pero sí el oportunismo de su concesión. Es irregular su tramitación cuando faltan dos de los requisitos básicos para ello: que el condenado lo solicite y que muestre arrepentimiento. Sin embargo, los privilegiados que se van a beneficiar de dicha gracia, ni lo han solicitado ni se arrepienten, sino todo lo contrario, quieren amnistía y además manifiestan públicamente y en sede judicial que lo volverían a hacer. Pero lo que es claro y evidente, por más que lo quieran revestir de otra manera con tan grandilocuente palabra, es que existe un interés partidista del Gobierno de mantenerse en el poder. Eso es lo único que mueve la tramitación de los indultos, eso y sólo eso. Como si no hubiera otros problemas que solucionar a la gente.

Si así no fuera, no sería necesaria tanta palabrería dirigida a los españoles de: «No es tiempo de venganza ni revancha», «hay un tiempo para el castigo y otro para la concordia», «momento de convivencia y reencuentro». ¿Por qué no se las dirige a los independentistas que vulneraron la ley y por ello fueron juzgados con todas las garantías legales? ¿Por qué no se lo dice a la CUP y separatistas que siguen por la vía unilateral de debilitar las instituciones y al Estado? Ya ha salido en los medios de comunicación unos documentos donde precisamente el objetivo de las, mal llamadas, mesas de negociación es precisamente seguir atacando las instituciones españolas. ¿De verdad que por mantenerse en el poder Sánchez pone en peligro los intereses generales de los españoles fiándose de quienes ya les engaña y crean crispación, revancha y venganza?.

La desviación de poder es el ejercicio por parte de la autoridad de su poder para fines distintos del que le corresponde. Y el abuso del poder público se da cuando se utiliza éste para obtener un beneficio particular. Quien actúa en este asunto de los indultos a los condenados del procés en beneficio propio y no en defensa de los intereses generales, no tiene legitimidad para pedir a los españoles magnanimidad, que en unas de sus acepciones significa grandeza y elevación de ánimo.

Quien no se muestra generoso ni noble en la gestión de la pandemia y crisis económica en las distintas conferencias interterritoriales no puede exigir a los españoles entiendan su inadecuado, improcedente e irregular actuación en la tramitación de indultos, no puede descargar su responsabilidad de poner en peligro el Estado de Derecho en los ciudadanos por propia conveniencia particular de seguir en el poder. Esa es la magnanimidad de quien nos gobierna. Magnanimidad es lo que debió presidir toda la gestión sanitaria y económica. Pero ya nos hemos dado cuenta de que el Gobierno carece precisamente de generosidad y nobleza. No a los indultos.

*Abogada