Mientras el G-7, el akelarre de los países de la élite mundial, se ha reunido en ‘La Inglaterra’ para ver por dónde nos meten el cuerno otra vez en el bolsillo, de manera, eso sí, muy sostenible, Pedro Sánchez se ha ido a Costa Rica a recibir las llaves de la ciudad de San José, que para los que no hicieron el bachillerato antiguo hay que aclarar que es la capital de aquel pequeño y pacífico país.

De la irrelevancia absoluta de España a nivel internacional dan fe varios indicios: el disgusto en el vestir de esa auténtica Bismarck de las cancillerías que es González Laya, nuestra monja-ministra de ‘Irrelevancias Exteriores’, la ‘tournée‘ de Sánchez por mi Buenos Aires querido y a la selva mesoamericana por asuntos de cuarta, y su habitual agenda de deberes internacionales. Por cierto, recomiendo consultar en el portal de Moncloa, de vez en vez, la agenda del presidente (y luego decían aquello de «trabajas menos que un cura»), aunque, para ser justos, la del ministro Alberto Garzón y las de la mayoría de sus adláteres, son aún mejores (aquí, emoticono de ironía).

Desde José María Aznar, España no existe en el mundo. A duras penas, Adolfo Suárez dio codazos hasta situarnos en sitio visible, Felipe González nos puso en lo más alto del cotarro ‘barandístico guiri’, Aznar demostró fino olfato al darse cuenta de que Francia va a lo suyo, Alemania nos quiere para lo suyo, Italia desconfía hasta de lo suyo, y que quien de verdad parte el ‘bacalhau dourado’ son los primos EEUU y UK, y allá que nos fuimos con ellos a donde hiciera falta. Duró poco pero fue bueno mientras duró. Zapatero nos granjeó la antipatía y el irrisorio general, Rajoy («todosh eshpañolesh y mucho eshpañolesh») caneleó con la herencia sin meterse en Vivas a Honduras, y Sánchez, bueno, lo que se sabe de Sánchez más allá del Falcon, es que Biden no le llama ni le escribe.

Con Aznar España estuvo en un tris de estar en el G7 cuando nuestra economía superó a Canadá, pero con ZP nos hundimos y otros nos sobrepasaron en lo macro; y por no estar no estamos ni en el G20, donde está cualquiera (somos invitados permanentes, oh, cielos). Por eso Marruecos y Cataluña. No ni ná.

* @ADiazVillasenor. Escritor