Hoy se cumplen cuarenta y cuatro años del día en que los ciudadanos españoles fuimos a las urnas por primera vez en la historia de nuestra democracia reciente. En consecuencia, llevamos más tiempo con la posibilidad de votar que el transcurrido entre la última vez que se hizo en España, en 1936, y aquel primer paso de nuestra historia electoral el 15 de junio de 1977. Las elecciones se habían convocado dos meses antes y la legislación electoral se estableció en marzo mediante un decreto-ley, que consagraba lo ya establecido en la Ley para la Reforma Política aprobada mediante referéndum en diciembre de 1976, e introducía para la atribución de escaños la Ley d’Hondt, hasta ese momento desconocida para la mayoría de los españoles, que en un porcentaje elevado nunca había votado, a excepción de los referendos franquistas y las elecciones del tercio familiar de la denominada democracia orgánica de la dictadura. A aquellas elecciones pudo concurrir el Partido Comunista, legalizado el 9 de abril, Sábado Santo, a pesar de las reticencias existentes en algunos sectores políticos y en el ejército. A la cabeza del gobierno, como es conocido, se hallaba Adolfo Suárez, quien tuvo que inventar un nuevo partido, Unión de Centro Democrático, para concurrir a las elecciones, si bien en la práctica era una coalición de diversos grupos, lo cual acabaría generando inestabilidad interna.

Aquella campaña electoral transcurrió llena de novedades: siglas de partidos históricos que hasta el momento no habían podido hacer su presentación en sociedad como merecían, e incluso nombres que remitían a la época de la República, como José María Gil Robles o Dolores Ibárruri, entre otros, y juntos a ellos la nueva hornada de políticos, tanto los que iniciaban su reconversión dada su procedencia de la dictadura, como era el caso de Suárez o de Fraga, o quienes procedían de la oposición interior, por ejemplo los dirigentes del PSOE y del PCE, y a todos ellos había que sumarles los grupos nacionalistas y regionalistas, junto a otras fuerzas políticas de izquierdas imposible de detallar, aunque no me resisto a citar al Partido Socialista Popular de Tierno Galván.

Con una participación de algo más del 72%, los resultados dieron la victoria a UCD con 165 escaños, el PSOE obtuvo 118, el PCE 20 y Alianza Popular 16, también obtuvieron escaños en el Congreso los nacionalistas vascos y los catalanes. Si comparamos aquella Cámara con la actual, veremos que solo conservan sus siglas PSOE y PNV, asimismo es llamativo (y justo) que los comunistas lograran mayor representación que el franquismo representado en la Alianza Popular de Fraga. A partir de ese momento, continuó la política reformista y negociadora, que concretó sus éxitos en los Pactos de la Moncloa, la aprobación de la Constitución y las negociaciones para ingresar en las instituciones europeas. Como han explicado Carme Molinero y Pere Ysàs, a la vista de estos resultados, «tanto para gobernar como para establecer un nuevo ordenamiento institucional eran imprescindibles acuerdos entre fuerzas políticas con ideologías y programas notablemente alejados. Por tanto, la negociación y el acuerdo eran una necesidad inevitable que, más adelante, con los resultados alcanzados, se presento como una virtud compartida». Pero, ¿qué habría ocurrido si la izquierda se hubiera impuesto en aquellas elecciones, si la suma de socialistas y comunistas hubiera dado una mayoría suficiente para gobernar? ¿la derecha habría estado dispuesta de la misma forma a la negociación y al acuerdo? Resulta imposible conocer la respuesta a estas interrogantes, sin embargo si atendemos a cómo se comportará la derecha años después cuando no ha estado en el poder, o a su actitud actual, habría que expresar serias dudas acerca de su voluntad de pactar.

* Historiador