El Ayuntamiento de Córdoba ha creído en las tabernas históricas y va a crear una ordenanza municipal para su protección y promoción. Evidentemente con ellas hay para escribir varios libros, como ya ha hecho Manuel López Alejandre, presidente del Aula del Vino de Córdoba, que el otro día nombró socio de honor al alcalde de Córdoba, José María Bellido. Pero hace unos días ha salido en los periódicos que en la primera taberna abierta en Córdoba por la Sociedad de Plateros, 1872, la de San Francisco, Antonio Sicilia, el llamado tabernero de Plateros, inauguró la Sala Julio Anguita, dejando así escrito para la historia de las tabernas que han sido, y son, espacios para echar un rato con una copa de vino en la mano. Y toda la historia, arte, belleza, política e intelectualidad por delante y por detrás. Al lado de la plaza del Potro, donde los soldados de cuando Franco y algo después iban al Museo de Julio Romero a ver «la mujer morena», también está el de Bellas Artes, y en el número 10 de la calle Romero Barros, una de las entradas a Plateros, el Círculo Cultural Juan XXIII, en su día la joya de la corona de la intelectualidad, sobre todo católica, y el compromiso con aquella sociedad que luchaba contra la dictadura de Franco.

Y te imaginas que cuando acababan aquellas reuniones del Círculo, no todos, pero muchos de sus socios o asistentes a alguna charla se pararían en aquella taberna que luego siguió visitando gente de las de pedirle un autógrafo, como el artista Aurelio Teno, que llevó a Don Quijote a Nueva York, y a mí me citó en uno de sus reservados para hacerle una entrevista, o Antonio Gala, el literato cordobés que ha construido para su espíritu una casa de belleza y creatividad para el final de sus días. O Julio Anguita, con el que almorzamos Paco Luis Córdoba, exdirector de este periódico, y yo un mediodía en el que su corazón ya daba señales de aviso. En esta taberna está recogida la historia de la humanidad, que se cita para seguir con la vida, para leer en papel el periódico CÓRDOBA de los domingos o del día que sea, como hace mi amigo Antonio Cerrato, o para exponer 30 toros 30. Ángeles en libertad, la primera exposición pictórica de Rikardo González Mestre, cuando todavía vivía José Luis Villegas -un luchador contra el cierre de esta taberna- y Alfonso Igualada se dejaba ver sin ir vestido con ropa de deporte. Claro que lo que te viene a la mente es la intelectualidad del Juan XXIII, que venía a beber a estos mostradores de Plateros desde el 20 de diciembre de 1963, cuando se creó.

A Joaquín Martínez Bjorkman sí me lo imagino -que para eso decía que la Ribera sería peatonal algún día-, como a Antonio Zurita de Julián o Rafael Vallejo, por estas mesas para comentar el recién terminado acto en el Juan. Me cuesta más trabajo pensar que Pepe Aumente se parara en esta taberna -o en otra- para echar una copa después de la conferencia, por ejemplo, de Felipe González. A Balbino Povedano, a Rafael Sarazá y a Eduardo Leiva sí les pegaba este mundo a la cercanía popular con una cerveza o una copa de vino después de la intervención de Gregorio Peces Barba, Enrique Tierno Galván o Marcelino Camacho. Taberna Plateros y Círculo Cultural Juan XXIII eran la combinación perfecta de aquella Córdoba de los 60-70 en la que había que callarse muchas cosas que en esos dos espacios de notable belleza arquitectónica quienes pensaban construyeron un ambiente de libertad que comenzaba con la reflexión a la que ponían punto final con una copa de vino… y suponemos que con algunas tapas. Y mira que había gente distinta en el Círculo, como los empresarios de los bares o los intervinientes que trajeron: Marcelino Camacho (CCOO), Joaquín Ruiz Jiménez (UCD), Fernando Claudín (PCE), Alejandro Rojas Marcos (PSA), Raúl Morodo (PSP), Alfonso Guerra (PSOE), Óscar Alzaga (UCD), Javier Rupérez (UCD), Cristina Almeida (PCE) o el mismo Ernesto Caballero, del PCE de Córdoba. El Ayuntamiento, a través de su alcalde, José María Bellido, que es socio de honor del Aula del Vino, ha pensado, junto con los concejales de su Corporación, que las tabernas históricas necesitan protección y promoción.

El exalcalde Julio Anguita ya ha abierto en la de Plateros de San Francisco una sala con su nombre. La ciudad tiene que darle el visto bueno a esta idea municipal tan acorde con la historia de la humanidad, como el ponerle una copa de vino a sus reflexiones en las tabernas históricas.