«En este tiempo de pandemia, con la convicción de que el Señor camina con nosotros, celebramos la solemnidad del Corpus Christi, en el que estamos haciendo de las dificultades del momento una gran oportunidad para tocar las llagas de Cristo». Así comienza el mensaje de los obispos de la Subcomisión de Acción Caritativa y Social de la Conferencia Episcopal Española con motivo de la Día de la Caridad 2021, que se celebra hoy. Bajo el titulo de Conmigo lo hicisteis, los prelados, en estos «tiempos recios», donde se necesitan amigos fuertes de Dios, invitan a recuperar el sentido de nuestra vida de cada día, en la proximidad, en la cercanía, en la fraternidad y en la esperanza cristiana que brotan de la Eucaristía. Son tres las peticiones de los obispos españoles a los fieles ante el Dia de la Caridad: «Adoración, fraternidad y entrega». Primero, adoración, porque al adorar al Señor en el Pan Eucarístico, nos adentramos en el dinamismo del gozo, la alegría y la esperanza que necesita nuestro mundo, nos adentramos en la verdad y la novedad del testimonio apostólico. En segundo lugar, la fraternidad, ya que la pandemia esta dejando tras de sí muchas vidas rotas y profundas heridas que, sin embargo, están siendo cicatrizadas gracias al fomento de los lazos de colaboración, ayuda mutua y redes comunitarias que brotan de la fraternidad en una comunidad que sostiene. «Cáritas, subrayan los obispos, con sus trabajadores y equipos voluntarios, hace cada mañana que las fronteras y los muros se concreten en la dimensión universal de la caridad». Y en tercer lugar, la entrega, que conlleva estar cerca de los pobres, los más vulnerables, los niños, los enfermos, los discapacitados, los ancianos, los tristes y solos, los agobiados por la pesadumbre de la existencia. «Esta caridad, corazón de nuestra fe y de la propia solemnidad del Corpus Christi, nos lleva a poner en las manos de Dios, que nos ha amado tanto y nos ha entregado a su propio Hijo, todo lo que somos y lo que tenemos, especialmente nuestras pobrezas y fragilidades, y nos mueve al amor fraterno», afirman los obispos. En el triduo eucarístico, organizado por el Cabildo, celebrado en la catedral, quise recordar en la homilía esas «Tres culturas» que Jesús ofreció a su Iglesia, en el transcurso de la Última Cena: «La cultura del amor, la cultura de la toalla, la cultura de la Eucaristía». La primera nos adentra en el argumento central del cristianismo y nos invita a hacer del amor la norma de nuestra vida, a imitación de Cristo, que, en palabras de san Pablo, «nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios». La «cultura de la toalla» ensalza el valor de la humildad y la servicialidad, que Cristo pone de relieve en el lavatorio de los pies a sus apóstoles. Y, por último, la «cultura de la Eucaristía», de la que nos habla Juan Pablo II, en su encíclica La Iglesia vive de la Eucaristía, nos invita, como fruto de la comunión, al diálogo y a la solidaridad. En el siglo XII comenzó la elevación de la Hostia en el momento de la consagración. Y en el siglo XIII, el año 1264, el papa Urbano IV instituye la festividad del Corpus Christi. Hoy, en la catedral de Córdoba y en su patio de los naranjos, relucirá la custodia de Arfe, como manantial de luz y de amor, como «epifanía de comunión». El gran poeta creyente José María Valverde, refiriéndose a la Eucaristía, nos dejó estos versos magníficos y vibrantes: «Este poco de pan tiene mi vida escrita / en su blancura, como la cara de mi madre. / Esta ropa del Cuerpo de Cristo se me ha hecho familiar, / dolorosa como mi carne misma».