Hay varias maneras de satisfacer la cuenta en bares y restaurantes cuando se trata de un grupo de personas, sean familiares, amigos o compañeros de trabajo. Si alguna de ellas invita, todo está claro, pero si hay que repartir el importe entre todos los asistentes, hay variantes. Una muy usual, sobre todo en viajes y ferias, es poner al principio un fondo por persona, calculando aproximadamente la cantidad que se va a gastar y reponiéndolo si hiciera falta. Otra forma es pagar por rondas; en este caso se debe procurar que sean más o menos equitativas, para que el gasto de cada cual resulte equilibrado. Otra, es pagar cada uno lo suyo, con el consiguiente quebradero de cabeza que se le ocasiona al camarero, que tiene que preparar tantas vueltas --monedas y billetes-- como personas. Eso, si no les da por combinar dinero efectivo y tarjetas.

Lo más frecuente es pagar a escote, palabra que no tiene nada que ver con la escotadura de un vestido, sino que procede del francés y se refiere a la parte o cuota que corresponde a cada uno por el gasto hecho en común por varias personas. Aquí la equidad es más que necesaria; no es correcto que alguien pida el plato o el vino más caro, aprovechando que lo van a pagar entre todos. Todavía recuerdo un viaje en el que pagábamos las comidas a escote, generalmente un cubierto previamente contratado, y había una señora que nunca podía comerlo porque le sentaba mal --según ella-- pero no se decantaba por una menestra, que es tan sana; por ejemplo, si los demás comíamos huevos fritos --con virutas de trufa y crujiente de jamón ibérico, eso sí-- ella pedía que se lo cambiaran por chuletón de buey. Oigan, que los demás muy contentos con los huevos fritos, pero el chuletón, sin duda, mucho más caro. Pues así todo el viaje.

Hace unas semanas aprendí un nuevo término. Pertenezco a un grupo de cuatro amigas; nos reunimos dos o tres veces al año; tres residimos en Córdoba y una, en Jaén. Ella tiene preferencia para señalar fechas, puesto que es la que cambia de ciudad. La última reunión la tuvimos tras el levantamiento de la confinación perimetral; año y medio sin vernos. Fuimos llegando al restaurante una a una; ella, la primera. Cuando estuvimos las cuatro, pagó las cañas que habíamos tomado hasta el momento y lo expresó con un jienense: «Yo ya he barrido la era». Esto sí que no necesita aclaraciones.