Nada sucede en una burbuja de estímulo y entendimiento. Todo forma parte del todo que nos envuelve y nos empuja a través de nuestras vidas. No consumimos ficción desde el vacío, sino desde el sillón de la experiencia, recostándonos contra cojines y cojines, rellenos de todas las cosas que ya vemos visto, leído, y escuchado antes. Y quizá sea por eso por lo que El Legado de Júpiter me pareció tan poca cosa. Quizá mi percepción narrativa está sobrecargada de expectativas imposibles, contaminada de esperanzas adquiridas a lo largo de toda una vida de historias y sueños, que se apilan desordenados en mi imaginación.

Es posible que mi cerebro esté desbordado y sea culpa mía que la serie se me quedara corta. Pero, en un mercado audiovisual sobresaturado con películas, cómics y series de televisión sobre superhéroes, un producto tan templado, correcto y predecible como El Legado de Júpiter cae en el olvido de las medias tierras. La serie, basada en el cómic de Mark Millar y Frank Quitely con el mismo título, cuenta la historia de un grupo de superhéroes que luchan juntos contra el crimen y súper-villanos, entremezclando flashbacks que recogen el origen de sus poderes. La estructura narrativa es débil, y los recuerdos quedan recogidos en escenas que, de tan orquestadas, rompen la ilusión de realidad en el espectador.

Por supuesto, no puede haber héroe sin un dilema moral inherente, sin un enemigo tan propio que parece brotar de su propia persona. En El Legado de Júpiter, el drama principal surge de las normas internas de los superhéroes, que prometen no matar bajo ninguna circunstancia, ni gobernar, jamás. Los problemas vienen solos, ya que en el mundo lleno de violencia y odio en el que sucede la historia, y en el cual el crimen y la brutalidad parecen crecer sin cesar, los buenos mueren intentando ser los héroes intachables que ni siquiera la mente más inocente es capaz de imaginar.

El Legado de Júpiter parecía tenerlo todo para triunfar pero al final, como diría mi abuela, «ni chicha ni limoná».

**Periodista y músico