La semana pasada tuvimos en casa una visitante muy especial: una abubilla. Apareció de pronto a eso de media mañana, se posó en la baranda de la terraza y se dedicó a acicalarse durante unas tres horas. Se la veía a gusto y no parecía tener ninguna prisa por marcharse. Además, aquí encontró un público entregado.Los humanos la observábamos boquiabiertos, admirando su vistoso plumaje cobrizo y su elegante penacho a rayas. También mis cuatro gatos la miraban sin perderse detalle, inquietos, acechantes. Terminada la limpieza, sin perder la compostura, la abubilla se marchó.

Volvió al día siguiente. Y al otro. Y así todos los días, como una vecina puntual, elegante, metódica. Durante una semana ha sido una especie de miembro extra de la familia. Le hemos hecho fotos y hemos presumido de abubilla entre los amigos. Intrigada por la constancia de sus visitas, decidí molestar al ornitólogo y amigo Jordi Sargatal, en busca de la opinión de un experto. Me contó que mi abubilla —a quien a estas alturas ya llamábamos Emily— podía estar aquí por diversas razones. Las más plausibles eran que nuestro balcón es una buena atalaya desde donde obtener buenas vistas del entorno, además de un sitio limpio donde dedicarse a algo para las aves tan importante como su propia limpieza.

Me contó Jordi que durante el aseo, Emily aprovechaba para impregnar su hermoso plumaje de la sustancia sebosa que hace sus plumas resistentes a la humedad. Y que, de paso, quizá ya que estaba allí, se proporcionaba un ratito de diversión. Los animales también necesitan divertirse, me dijo. Parece que Emily le encontró gusto a contonearse delante de mis cuatro depredadores domésticos. Debió de ser para ella un gran momento. Podemos sentirnos, en suma, muy orgullosos de que Emily nos eligiera. Me lo dijo Jordi Sargatal la primera vez que hablé con él: No está mal que después de tantos años de estropear el mundo que les mantiene con vida, los humanos hagamos algo por mejorar un poco la vida de los pájaros. Se trata del punto de vista del ornitólogo. Por supuesto, está de parte de los pájaros.

He decidido hacer caso e instalar una caja-nido para que Emily vuelva el año que viene. Será algo así como una invitación formal a quedarse con nosotros. Haré algo por esas criaturas que nos alegran la vida. O por las que quedan. El escritor Jonathan Franzen, ornitólogo militante y muy crítico con la actitud de los seres humanos, escribe en ‘El fin del fin de la tierra’ que la supervivencia de la mayoría de especies de pájaros depende de nuestro compromiso para cuidar de ellas y lanza una pregunta: ¿Son los pájaros lo bastante valiosos para nosotros para que hagamos ese esfuerzo?

Una posible respuesta a esta cuestión sería la campaña que ha impulsado esta misma semana la ONG SEO/Birdlife (la Sociedad Española de Ornitología) para proteger a los vencejos, una especie amenazada por los hábitos humanos, cuya población se ha reducido drásticamente en los últimos años. El vencejo ha sido elegido, además, Ave del año 2021.

El primer vencejo del que tuve noticia volaba en un poema de Miguel de Unamuno. Decía: «Han vuelto los vencejos / las cosas naturales vuelven siempre». Gracias a ese poema aprendí que la llegada de los vencejos marca el inicio de la primavera y que su abrupta desaparición, anuncia el final del verano. No solo los cita Unamuno: poco a poco rastreé su pista en los versos de gran parte de mis poetas favoritos. Todos estaban igual de enamorados de los vencejos.

Ahora sé más cosas de ellos, y los admiro por ellas. Sé que los vencejos pasan casi toda su vida volando —comen, beben, duermen y copulan mientras vuelan— hasta el extremo de poder pasar meses sin posarse. De hecho, sólo aterrizan para nidificar. Su dominio del medio aéreo —ese desconocido— es absoluto.

Lamento no haber levantado antes la mirada para descubrir a los pájaros. Que en mi niñez nadie me hablara de ellos con fascinación. Intento recuperar el tiempo perdido leyendo sobre ellos, admirándolos. «Si pudieras ver a todos los pájaros del mundo, podrías ver el mundo entero», dice Franzen. Emily ha sido solo el principio. He decidido adoptar el punto de vista del ornitólogo (que debe de ser también el del vencejo). No quiero que solo queden vencejos en los poemas de Unamuno.

*Escritora