La gran debilidad del Gobierno que tenemos radica en su egocentrismo e interés partidista, que le lleva, como no podía ser de otra manera, a su irresponsabilidad; lo cual lo va debilitando. Desde el inicio de la pandemia, Sánchez se erigía en el único salvador parapetado en la excepcionalidad del estado de alarma. No hay más que recordar sus soporíferas comparecencias en fin de semana en las que solo había vaguedades y poco más, que estaba todo resuelto. El gran error del presidente ha sido el querer gestionar él solo, el no escuchar y aceptar opiniones y propuestas, no ya de otros partidos políticos sino de los propios expertos y científicos sanitarios. Las cuestiones planteadas por las comunidades autónomas en las reuniones interterritoriales se aceptaban o no dependiendo del signo político al que perteneciera. Efectivamente, como dice el Gobierno, nunca se han tenido tantas reuniones con los dirigentes autonómicos, tantas como tan poco productivas; ningún valor tiene la cantidad sino no hay calidad y resultados.

Y pensando Sánchez en el futuro, o sea, en sí, porque no quiere resolver el complicado presente, dice que el futuro es la vacunación, poniendo el logo del Gobierno en la remesa de vacunas que llegan a España, desde Europa, y que administran las autoridades sanitarias autonómicas, así que no se entiende tanta arrogancia para sí en las vacunas, cuando lo que crea cada decisión tomada al respecto desde el Gobierno central es confusión, dudas y desconfianza.

Interrumpida la vacunación de AstraZeneca, y después de que la Agencia Europea del Medicamento y la OMS autorizaran la segunda dosis con el mismo fármaco, el Gobierno, sin atender a las autoridades internacionales sanitarias, mantiene la suspensión de la vacunación durante 41 días, a la espera de un ensayo express del Instituto Carlos III a poco más de 400 personas sobre la combinación de AstraZeneca y Pfizer. Y conforme al mismo, la ministra de Sanidad, en reunión interterritorial, dice que se vacune con Pfizer a los vacunados en primera dosis con Astrazeneca. Ante el desacuerdo de algunas comunidades autónomas, principalmente ‘peperas’, que consideran deben seguirse las instrucciones de la EMA y la OMS y administrarse el mismo fármaco, incomprensiblemente, porque no se entiende, Sanidad manifiesta que, si se opta por AZ, el ciudadano ha de firmar un «consentimiento informado». Pero, ¿por qué se pide la firma de ese consentimiento informado?, ¿de qué se quiere desentender el Gobierno?, ¿es una exoneración de responsabilidad por posibles efectos secundarios de vacunación dual en contra de lo manifestado por la OMS y la EMA?, ¿por qué no se ha estudiado la seguridad y eficacia de la combinación Pfizer-AZ, o AZ-AZ, o AZ-Moderna, o Moderna-Pfizer, Pfizer-Moderna?, ¿a qué viene lo del consentimiento informado que ha de elaborar el Comité de Bioética?, ¿cuánto se va retrasar áun más la vacunación de los que elijan AZ?, ¿a qué juega el Gobierno?, ¿donde está el criterio de su estrategia de vacunación por el que no se puede elegir vacuna y esta se pondrá atendiendo a la eficacia e indicación de la misma para los diferentes grupos de población?, ¿por qué se le traslada esa responsabilidad al ciudadano? Para que el ciudadano dé su consentimiento, previamente es necesario una información completa y veraz del medicamento en sí, sus características, composición, efectos, riesgos, etc. Y esa información completa no la tenemos. Un fracaso más del Gobierno que no ha sabido liderar la unidad de actuación política fundamentada en la experiencia sanitaria y científica. No puede haber consentimiento sin información, y este Gobierno nos quiere vacunar sin ella, y eso no le exonera de ninguna responsabilidad.

** Abogada