No podía ser de otra manera. Medio mundo se ha estremecido ante tu derroche de ternura, de cuidados, de afecto, de pureza, de misericordia, de compasión, de consuelo... que tu abrazo a ese migrante, muerto de miedo y desconfianza, acobardado y temeroso, nos ha mostrado.

Quisiera escribir esta noche mi columna más verdadera, más valiente y más certera. Pero temo que el mordisco que aún tengo en mi corazón, al comprobar la situación tan desesperada de miles de seres humanos muy jóvenes que solo buscan refugio, no me deje expresar con acierto mi admiración por ti, Luna.

Tú también eres muy joven pero, como tu hermoso nombre, has mostrado la cara más audaz y animosa, la más resplandeciente ante el sufrimiento de los demás. Y has temblado de indignación por la indecencia de otros seres humanos podridos en su alma y en su inteligencia.

Quizás conozcas la máxima que se le atribuye a Beethoven (1792). «Woltnen, wo man kann, Freiheit über alles lieben, Wahreit nie, auch sogar am Throne nicht verleugnen». Viene a decir que «Hacer todo el bien que sea posible, amar la libertad por encima de todo, y aun cuando fuera por un trono, no traicionar nunca la verdad».

Quiero que todo eso se cumpla en tu vida.

Deseo que el poder no horade tu generosidad. Deseo, Luna, que salga a la luz la coherencia de tus sentimientos. Deseo que ni la crueldad, ni la indiferencia, ni el desamor te rocen jamás.

Deseo para ti, muchacha honorable, que el remordimiento no habite en tu alma porque no le des lugar.

Y deseo que tu historia sea contada y recordada en su grandeza porque merece la pena.

No voy a caer en la podredumbre de vilipendiar a quienes con tanta crueldad te han denostado. Tu abrazo es suficiente porque es infinito. Tu abrazo en la tragedia nos hace a todos mucho mejores.

¿Sabes? Has logrado que ya quede encadenada a ti, a tu abrazo. Que mis días con luna sean más hermosos aún. Que te dedique muchos sueños y esperanzas porque tu paso por la tierra de tu madre, ya es inolvidable.

En este momento recuerdo una película sobre el holocausto no muy conocida, ‘La tienda de la calle Mayor’, dirigida por Ján Kadár y Elmar Klos de 1965. Y no puedo dejar de transcribir una frase que, de forma recurrente, me golpea en las desgracias y desencuentros de esta humanidad tan deshumanizada a veces. «Cuando las leyes están en contra de la gente inocente, es el fin. El fin de quienes las aprobaron». Es cruda por verdadera. Refleja bien la necesidad de volver a la honestidad, a la búsqueda inalterable y permanente de la justicia.

Cuenta conmigo, Luna. Cuenta con todos a quienes tu abrazo ha despertado en sus sentimientos y emociones más auténticos y que no volverán a aletargarse.

Ya verás, ya verás cómo la verdad y la justicia, más pronto que tarde, se abrirán en nuestros pueblos y en nuestras conciencias, sin agonía, sin sobresaltos, sin inquietudes. Y retomaremos la alegría de vivir por gente tan íntegra como tú.

Gracias por tu abrazo, Luna.

Recibe tú también mi abrazo grande, largo, apretado.

** Docente jubilada