El hombre inventa a Dios porque le hace falta y lo necesita y las religiones se adueñan del mundo y lo construyen a su modo y semejanza desde el comienzo de la eternidad. Indudablemente con belleza. Ahí está el Egipto de las pirámides y de los templos. O la Grecia del Partenón y la filosofía aristotélica. O la Roma de la grandilocuente belleza de sus circos y teatros y los pensamientos de Séneca al lado de la falta de escrúpulos de Nerón. O la Mezquita de Córdoba, patrimonio de la Humanidad, y la serenidad del atardecer de su Patio de los Naranjos. O el silencio estrecho de la calle Judíos, donde la sinagoga levanta su atractiva arquitectura sobre sus cantos a Jehová. O la catedral de Burgos y sus torres, que llegan al firmamento, casi como las de Salamanca, y nos enseñan una santidad tan cercana a la tierra como a la eternidad en san Juan de la Cruz o en santa Teresa. Pues a estas tres religiones que vivían en Córdoba en aquellos tiempos en que Fernando III estaba por llegar siempre se les ha puesto en entredicho su buen rollo y su conciliación. Como estos días ha ocurrido desgraciadamente por Gaza. Ya en tiempos de Jesús pasaba algo parecido entre judíos y samaritanos y desde la creación de Israel el 14 de mayo de 1948, hace unos días. 

Todo ha vuelto al tiempo de los evangelios, donde escuchamos nombres como Nazaret o Galilea. Peleándose los ciudadanos, los vecinos, gentes que van a vivir 70, 80, 90 o 100 años y en vez de seguir la senda de la felicidad y el buen comportamiento para con sus iguales, como aconsejó Jesucristo, se dedican a matarse en nombre de no sabemos qué dios. Lo ha corroborado estos días Caballero Bonald, que ha dejado escrito que sus preocupaciones en la vida eran la felicidad y la belleza. Y los periódicos dicen que el odio se ha quitado la careta en Israel y que los enfrentamientos han estallado en las ciudades mixtas donde viven árabes-israelíes y judíos, cada una de ellas con su dios, famoso además en la historia del mundo. Algo parecido puede sugerir el comportamiento de Vox con los jóvenes africanos en estos momentos donde las creencias obsoletas y casi malvadas se quieren imponer a las buenas intenciones. Por eso supongo que Jesucristo acamparía en aquellas noches del Madrid del 15-M, porque su estilo era contrario a los fariseos, el judaísmo oficial. Fue lo que hizo mi hija en aquel Madrid de hace diez años, que siempre hemos amado los de provincias, por lo que nos enseñó. 

La rebelión y el desacuerdo con lo que te quieren imponer los dueños del poder, bancos sobre todo y políticos que les hacen caso, es lo normal en una vida que dura entre setenta y cien años, más o menos. Los que se creen inmortales e hijos de algún dios no piensan en el tiempo de la escuela, de la mili, de los estudios, de las noches perdidas o del aprendizaje de la amistad y por eso dedican su vida a convertirse en ellos y no a encontrar la belleza y la felicidad como Caballero Bonald. Quizá por todo esto, el martes pasado en el ciclo de conferencias de La ciudad y sus legados históricos. La Córdoba cristiana, organizado por la Real Academia de Córdoba en la Fundación Cajasol, entendí la conexión vital entre el titular El problema no es Gaza del periódico CÓRDOBA y la vida, que ya sabemos que suele durar de 70 a 100 años. La profesora de Historia del Arte de la UCO y académica correspondiente Mª Ángeles Jordano Barbudo habló sobre consecuencias de la conquista cristiana de Córdoba en el arte y el académico numerario Juan Aranda Doncel, de la presencia y huella de las órdenes religiosas en Córdoba. Mª Ángeles describió la historia con sabiduría pero sobre todo subrayó la esencia de los patios en una arquitectura histórica llena de sociología que tanto árabes como cristianos habían incorporado a sus religiones y estilo de vida. Como las techumbres de algunas iglesias con intervención mudéjar. Después de san Fernando el 29 de junio de 1236, la Córdoba nueva adaptó las mezquitas árabes a las iglesias cristianas con la concordia de la vida. Y en los patios de las casas de la Axerquía encontraron una belleza y un estilo de vivir de tanto tiempo que hasta el Ayuntamiento de 2021 creyó que en la vida no hay más filosofía que la del buen hacer, la belleza y la felicidad. Oigo la voz de Jesucristo, unida, por temas e intención, a la de Anguita y Serrat. No está mal escucharlos. Quizá sea otra religión.