Los de infancia y juventud son dos conceptos que apelan a nuestra conciencia esta semana. Niños y adolescentes lanzados engañados desde Marruecos hacia las playas de Ceuta como arietes sacrificables, peones geoestratégicos de la crueldad y, en el fondo, presos como sus mayores de un destino: huir, escapar, encontrar lugares donde haya un futuro, aunque priven de su fuerza a su propio país. También otros niños, los que no nacen en España, donde la natalidad cae hasta el punto de que el plan del presidente Sánchez para 2050 dibuja un escenario de inmigrantes que no serán rechazados, sino necesarios para la supervivencia. ¿Por qué cae la maternidad en los países avanzados como el nuestro? ¿Será que estamos ante la gran mentira de un falso desarrollo? ¿Quién permite el entorno de precariedad y falta de confianza que lleva a las jóvenes parejas a no procrear? Y, finalmente, esos jóvenes españoles que también escapan, a Europa y al mundo, buscando las oportunidades que aquí no tienen, llevándose con ellos su preparación y el futuro de todos. Esto duele. ¿Qué cabe pensar de unos dirigentes políticos que los expulsan? ¿Qué decir de un país que echa a sus jóvenes al mar?