En mi anterior artículo me retaba a meditar y escribir sobre el dilema ganador/a -perdedor/a en unas primarias dentro de los partidos políticos españoles y, más concretamente, dentro de mi partido.

Este asunto es inabordable sin adentrarnos, aunque sea brevemente, en la democracia interna de los partidos políticos.

A principios del siglo XX Robert Michels, en su libro Los partidos políticos, alertaba sobre uno de los problemas centrales en los que se enfrentan los partidos políticos: la oligarquía. Los líderes, aunque en un principio se guíen por la voluntad de la masa, pronto se emancipan de ella y se vuelven conservadores, siempre buscan incrementar o mantener su poder a cualquier precio, incluso olvidando sus viejos ideales, decía.

Maurice Duverger y Robert Michels coinciden en que la organización interna de los partidos es esencialmente autocrática y oligárquica, donde la influencia de los militantes sobre los dirigentes es prácticamente nula.

La democracia interna de los partidos políticos fue una demanda central de los reformadores del Partido Progresista de los Estados Unidos al comienzo del siglo XX.

Se quejaban de que jefes corruptos dominaban las organizaciones partidistas en muchas ciudades y estados. Mediante prácticas corruptas, una camarilla dirigente conservaba un feudo de poder dentro de las organizaciones partidistas (usualmente en una ciudad). Los simpatizantes del partido recibían pequeños favores si eran obedientes con los líderes, pero no tenían oportunidad de decidir sobre asuntos del partido.

Después del caos de la Convención Nacional del Partido Demócrata para la Postulación Presidencial de 1968, en Chicago, el partido introdujo medidas que incrementaron el poder de los militantes ordinarios y disminuyeron el poder de los "jefes".

Paso a enumerar algunas de las medidas que tomaron:

1. La exigencia de que los partidos políticos funcionen internamente de acuerdo con los procedimientos establecidos en las leyes aprobadas por los gobiernos estatales.

2. Elección primaria, donde los miembros de cada partido eligen los candidatos para cualquier cargo electivo, gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, etc. Se quita a los líderes y funcionarios públicos del partido el poder para seleccionar los candidatos.

Aunque es bien cierto que nuestra Constitución de 1978, en su artículo 6, manifiesta que “la estructura interna y su funcionamiento deberán ser democráticos “, lo mismo que indica la Ley Orgánica de 6/2002, de 27 de junio, de Partidos Políticos, los partidos políticos españoles siguen adoleciendo de aquellos defectos de los que ya nos alertaban Robert Michels y los Reformadores del Partido Progresista de los Estados Unidos al comienzo del siglo XX.

En España es el PSOE el que tímidamente inicia un proceso de democratización interna, en el 39 CONGRES0, asumiendo las primarias para elegir a los candidatos/as a la Presidencia del Gobierno de España y a las de las CCAA, donde no gobernamos.

Ahora bien, para que unas primarias sean plenamente democráticas deben responder a unas normas claras, donde los Órganos del Partido velen y garanticen la igualdad entre los candidatos.

¿Es esto posible en estos momentos en el PSOE? Sinceramente creo que NO.

No solo porque la Ejecutiva Federal en el proceso sea neutral o no, sino por razones más profundas que responden a cómo se eligen el resto de los cargos públicos (diputados, senadores, alcaldes y concejales de capitales de provincias, etc.).

Todos estos cargos, y para ahorrarnos el relato de un procedimiento bastante complejo, son elegidos básicamente por la Ejecutiva Federal, que eleva su propuesta al Comité Federal que este ratifica.

Ahora podemos entender cómo en el proceso de primarias que vivimos en Andalucía, la gran mayoría de cargos públicos estén apoyando al compañero Espadas, que, según dicen los medios de comunicación, está amparado por la Ejecutiva Federal.

Por tanto, si el PSOE quiere seguir ahondando en la democratización interna, es indispensable que, en el 40 Congreso, aprobemos que todos los cargos públicos e internos sean elegidos mediante primarias y, posteriormente, que el resultado sea ratificado por el Comité Federal.

Aún seguimos en la separación entre oligarquía/ jefes y democracia/ militancia.

En Andalucía, estamos viviendo en estos momentos un proceso muy interesante y crucial para el futuro del PSOE y, probablemente, del resto de los partidos políticos, siendo la ocasión de decidir si realmente seguimos avanzando hacia la democracia interna/ militancia, en estos momentos representada mayoritariamente por la compañera Susana Diaz, o si se mantiene la oligarquía/jefes, dejando el 39 Congreso como un intento fallido.

Quiero acabar este artículo como lo empecé, analizando la necesidad de abordar el dilema ganador/a-perdedor/a en unas primarias. Si realmente apostamos por la democratización interna de los partidos políticos tenemos que imponer primarias completamente limpias y democráticas y que el compañero/a que las pierda no quede relegado dentro del partido. Para ello, tenemos que recoger en nuestros Estatutos el respeto del principio de mayoría y garantías para las minorías.

En Andalucía nos estamos jugando, en estos momentos, la democratización interna del PSOE y presentar un liderazgo elegido por la militancia. Los militantes socialistas andaluces tenemos en nuestras manos, esa doble responsabilidad.

Ganemos Andalucía

* Militante del PSOE-A