Hace unos días la revista Forbes publicaba un artículo sobre la llamada «Creator Economy», algo así como la economía de los creadores, personas que empiezan a tener ingresos suficientes gracias a los contenidos que generan para las distintas redes sociales.

Lo que comenzó siendo un modelo de negocio basado en las aportaciones altruistas y espontáneas de los usuarios, y en la conexión entre personas de todo el mundo, ya no es lo que fue. ¡Economía colaborativa! Facebook era el mayor creador de contenidos sin tener periodistas, Airbnb lideraba la oferta hotelera sin ser propietaria de un solo apartamento, Uber ofrecía soluciones de movilidad urbana sin vehículos propios. Al margen de los incumplimientos de las normas laborales y fiscales, hoy en las redes y aplicaciones que luchan sin cuartel por captar nuestra atención se ha impuesto un modelo que recompensa --permitiendo generar ingresos-- a los miembros más valiosos de la comunidad.

Un informe especializado (The State of the Creator Economy 2021) revela que más de 50 millones de personas en todo el mundo se consideran creadores. De ellos, casi 47 millones se consideran aficionados, y más de dos millones se han convertido en creadores profesionales, que sacan suficiente provecho de su pasión como para obtener un ingreso a tiempo completo. La mitad de los creadores profesionales ganan dinero en YouTube, y el 25% (500.000) lo hacen a través de Instagram (sobre todo como influencers). Otra plataforma de tamaño considerable para los creadores profesionales es Twitch, con 300.000 streamers profesionales. Los 200.000 restantes (aproximadamente) obtienen sus ingresos como creadores de otras fuentes, como la actuación, la música, el podcasting, los blogs, la escritura y la ilustración.

El altruismo ya no logra retener el talento, que quiere pillar cacho. Por eso la consultora Axios acaba de mostrar en otro análisis que todas las plataformas ya permiten algún tipo de ingreso (desde las propinas a los modelos de suscripción) a quienes son capaces de generar tráfico y audiencia. Es lo mismo que han pensado los sevillanos que idearon Wuolah, una plataforma de compra y venta de apuntes universitarios que ha causado alarma en el anquilosado mundo académico. Quevedo, castizo, escribió que «poderoso caballero es don dinero». En inglés se dice «money talks». Y en el mundo digital el dinero, más que hablar, grita. En pocos años nos sorprenderá el resultado de todo esto. Al tiempo.

* Economista | @ebpal