Hoy, solemnidad de la Ascensión del Señor, se celebra tambien la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, con el lema «Ven y lo verás», que fue instituida tras el Concilio Vaticano II, donde los padres conciliares se percataron de lo que iba a suponer la comunicación en la sociedad moderna. Antes del Concilio, todavía en los parámetros de «buenos y malos», se celebró durante varios años el Día de la Buena Prensa, para pasar después, a denominarse Día de la Prensa e información de la Iglesia. Eran otros tiempos. El Concilio estableció la jornada de los Medios de Comunicación, que desde hace unos años, ha pasado a denominarse, adoptando el titulo de las «Comunicaciones Sociales». Los Medios de Comunicación Social significan hoy, ante todo, un fenómeno cultural y social, que configuran la sociedad moderna. Constituyen un campo inmenso, inabarcable, que va desde los medios clásicos de Prensa, Radio y Televisión, hasta los nuevos instrumentos técnicos como es Internet. Han alcanzado tal importancia que, para muchos, son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales. «No existe lugar en el mundo que no pueda ser alcanzado por el influjo de la cultura de los medios de comunicación y de la cultura digital que cada vez más se estructura como el «lugar» de la vida pública y de la experiencia social»», decían los obispos en la celebración de su Sínodo, en Roma, hace unos años. Ante este panorama, ¿qué podemos decir y sugerir, teniendo en cuenta que los Medios han potenciado su poder a lo largo del siglo XXI? Ante todo y sobre todo, me gustaría evocar las preguntas que se formulaba el querido obispo amigo de los Medios, recientemente fallecido, monseñor Juan del Río: «¿Puede el hombre, empapado de esta sabiduría digital creer propiamente en el anuncio de la verdad salvadora de Cristo? ¿Siente el hombre de Internet, de las redes sociales, de los ‘bloggers’, la necesidad de ser salvado? ¿Cómo hacer la propuesta cristiana en ese mundo?». Las respuestas son apasionantes y solo puedo esbozarlas en unas líneas: primera, los medios de comunicación son instrumentos y no dioses, con una gran fuerza y poder, pero sin llevar en sí mismos ni por sí mismos el esplendor de la verdad y la luminosidad del bien, por el hecho de «transmitir acontecimiento y mensajes». En segundo lugar, también el hombre cibernético tiene ansia de verdad y de autenticidad que no colman las redes, sino que necesariamente tiene que venir de Alguien que está fuera y que tiene poder para superar cualquier mundo virtual. Por eso, el papa Francisco, en su mensaje con motivo de esta jornada mundial nos invita a contemplar «en vivo y en directo» la realidad, no dando por supuesto que lo que nos dicen, aunque sea pomposa y continuamente, es lo verdadero. Las palabras del Papa han de traspasarnos el alma, cuando nos recuerda textualmente una cita del beato Lolo, periodista andaluz ya en los altares: «Abre pasmosamente tus ojos a lo que veas y deja que se te llene de sabia y frescura el cuenco de las manos, para que los otros puedan tocar ese milagro de la vida palpitante cuando te lean». El Papa desea que nuestras «expresiones comunicativas sean límpidas y honestas, lo mismo en los periódicos que en el mundo de la web, lo mismo en la predicación ordinaria de la Iglesia como en la comunicación política o social». Ojalá captemos el valor y el poder de los medios de comunicación, que no es infinito, porque, la verdad de Cristo es en definitiva la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación, de comunión y de sentido.

* Sacerdote y periodista