Si algo tenemos todos en común, pese a este mundo polarizado y de exclusiones, es que pertenecemos a una familia. La familia como grupo de personas que están unidas por vínculos consanguíneos y afectivos. Y precisamente mañana se celebra el día mundial de las familias, desde que así lo declarase en el año 1994 la Asamblea General de Naciones Unidas para poner de manifiesto que ésta es el núcleo central de cualquier sociedad, y que de ella depende que los seres humanos logren integrarse de manera sana y completa en su entorno y alcancen los adecuados niveles de convivencia, poniendo este año el acento en el impacto de las nuevas tecnologías en el bienestar de las familias.

Al margen de la familia humana como la entendía Ghandi, de la familia extensa o de la nuclear, y más allá de títulos como aquélla mítica ‘La gran familia’, ‘El árbol de la vida’, ‘Los Descendientes’, ‘Hoy sí’, y muchísimas más que son botones de muestra de cómo el cine también ha glosado el valor de la familia desde ángulos muy diversos, la familia debe ofrecer un contexto donde encontrar estabilidad emocional y seguridad, donde se reconozca a la persona por sí misma, sin añadidos ni conservantes. Finalidad que se contrasta con las crisis familiares, representadas en esos cien mil divorcios y separaciones anuales en nuestro país, o con las cifras dramáticas de violencia de género o el aumento del delito de maltrato familiar entre los más jóvenes. No es fácil encontrar una familia que eduque a la vez en valores de libertad, de respeto y escucha, de compromiso y justicia, de esfuerzo, de cooperación y solidaridad, cuando muchos de nuestros referentes comunes caminan en direcciones opuestas, más cerca del atajo, la indiferencia, el individualismo y el fundamentalismo excluyente.

Es verdad que, al ritmo de evolución de la sociedad, la familia española ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. Hemos dejado atrás modelos patriarcales, de familias numerosas, con roles predefinidos, pasando a otros modelos mucho más abiertos y plurales. Pero la importancia y el nexo de unión sigue siendo el mismo, el afecto sin medida.

Todos, sin excepción, tenemos derecho a una vida en familia, destacan los máximos textos legales. Pero no a una vida cualquiera en familia, sino a conciliar nuestros quehaceres profesionales con nuestra vida personal y las necesidades afectivas y materiales con quienes compartimos la vida. No renunciemos a este bien tan preciado, y aprovechemos el pretexto que nos ofrece esta jornada, para caer en la cuenta que nuestra familia puede ser la llave de nuestra felicidad, y darnos un auto homenaje colectivo y compartido de celebración con todos los nuestros. ¡Feliz día de la familia!