Cuando uno va navegando por la vida, como cuando lo hace por internet o por ese mundo aún más irreal que es la política, uno siempre tiene que andar como Ulises: esquivando con habilidad los cantos de sirenas. Si no… termina con el barco encallado.

En internet, por ejemplo, aparecen esas pseudoinformaciones en las que le dicen que «este secreto no quieren los médicos que usted lo conozca», para a continuación darle una fórmula de un alimento u otro producto casi milagroso para algún problema de salud. Que ya es mala leche por parte de los médicos olvidar su vocación, sus muchos años de estudio, la investigación, el tiempo de MIR, la ética profesional y dedicarse a guardar secretitos para chinchar a la población. En serio: si alguien le ofrece la fórmula de la eterna juventud en internet ‘confidencialmente’ y a cambio de nada, desconfíe. Ya saben que si algo es muy barato o gratis en internet… el negocio es usted.

También ocurre en la vida, y es otro ejemplo, cuando a uno le ofrecen un producto financiero que es la panacea, una fórmula para hacerse rico sin esfuerzo y perfectamente accesible pero solo conocido por los escogidos, un chollo al que nadie se apunta por ser secreto pese a anunciarse en todas partes. O cuando se hace una nueva amistad con una nueva persona que se vende a sí misma como el ser más maravilloso del mundo, pero al que precisamente se ha llegado a contactar por estar más solo que la una. Sin duda es una relación personal que viene con trampa incluida.

Y en política… las sirenas cantan como Pavarotti. Tanto cuando hay primarias y se regala el oído de los militantes con futuros cargos como cuando los partidos están en campaña electoral y se dirigen al votante o, sencillamente, en cualquier discurso que proponga dar una solución fácil a problemas complejos. Por ejemplo, he visto cómo Pablo Iglesias ha dejado la política y todos los males de España no han desaparecido, y esa era la fórmula magistral que proponía la derecha para arreglar el país. Bueno, no… También tiene que dimitir Pedro Sánchez. Como tampoco creo que si en Madrid hubieran ganado las fuerzas de izquierdas para echar a Ayuso a de aquella comunidad autónoma se hubiera convertido de la noche a la mañana en la Tierra de leche, miel y cañas perpetuas, un santuario de solidaridad sin covid-19 con los unicornios correteando por el parque del Retiro.

Son cantos de sirenas, claro. Pero, ¿cómo distinguirlos y hacerse fuertes contra ellos? Quizá pueda ayudar ese sentido común del castellano viejo, de esas personas que se tomaban su tiempo para asegurarse de que había entendido bien la cuestión y para contestar con la dignidad que se merece todo el mundo. Así, pregúntese tomando distancia respecto a la maravillosa oferta que le hacen… «¿Por qué será?».

¿Por qué será que tal chollo personal se me plantea a mí? ¿Por qué me dan desde la política una solución tan fantástica y sin esfuerzo a algo tan complicado? ¿Por qué será que me dan una respuesta tan buena y evidente a un problema justo ahora y no antes?

Y si ven una llamada en internet que le dice «esta información no la verá en los medios», pregúntese: «¿Por qué será?». A buen seguro que como mínimo se ahorrará mucho tiempo de leer estupideces. Lo mismo no lo ha recogido la prensa porque no hace la más mínima.