A estas alturas supongo que todos nos hemos enterado del resultado de las elecciones en la Comunidad de Madrid, donde ha arrasado Isabel Ayuso; es más, hemos asistido a la campaña electoral como de si unas elecciones generales se tratasen. La campaña lo que se dice constructiva no ha sido. Se ha visto a políticos muy preocupados por ganar y a algunos de ellos a cualquier precio: mintiendo, contradiciéndose, proponiendo medidas absurdas o perjudiciales para la ciudadanía, y, sobre todo, acudiendo continuamente a la palabra mágica que todo lo puede: «fascismo». Creo que nunca en España se había utilizado tanto esa palabra como en los años 2020 y 2021. No sé, supongo que el PSOE, Podemos o partidos similares como Más Madrid temen una invasión de los ultra cuerpos de italianos de los años 20 y 30 a españoles actuales, porque si no la explicación que queda para estar continuamente aludiendo a una ideología que, por fortuna, se erradicó en Europa hace ya setenta años es muy triste y preocupante: estar dispuesto a todo solo por el cargo. Aunque en el otro lado también han imitado conductas y han proclamado que llegaba el comunismo, aunque esto se ha identificado con Podemos y no con todo el que pasaba por allí. En realidad, lo que ya está aquí es una clase política de un nivel bastante bajo, existiendo algunas excepciones por supuesto, donde ya muchos ni siquiera guardan las formas o fantasía de transparencia, legalidad y separación de poderes. Y para nuestra desgracia esto sí parece ser un reflejo de la sociedad en la que nos estamos convirtiendo; creo que cualquiera nos hemos encontrado con sujetos (masculinos y femeninos) que creen tener razón en todo, con una superioridad moral que te preguntas de dónde la sacan para justificar mentiras y manipulaciones, con la amenaza y el yo tengo el poder como bazas que se pretenden convertir en cartas blancas para hacer lo que se quiera. Yonquis de sentirse importantes.

Y, al final, con esto que está pasando en el panorama político, casi nadie habla de lo verdaderamente relevante para todos. De hecho, acabo de empezar el artículo sin hablar de lo relevante. Muchos dirán: es que tú no sabes que es lo verdaderamente importante para todos; y esto es cierto, pero asumo que nuestro futuro económico le preocupa, al menos, a casi todo el mundo. España, ahora mismo, está hecha un desastre y más que va a estar. Nuestra caída del PIB durante la pandemia es de las mayores de la OCDE y nuestra tasa de desempleo, en cuanto se acabe el maquillaje, puede situarse fácilmente en un 25%, a lo que se une una tasa de desempleo en menores de 25 años próxima al 40%. Todo esto con una política increíblemente expansiva en lo monetario del Banco Central Europeo (BCE), que nos está librando de caer en el impago de la deuda. Si no fuera por las compras masivas de deuda pública española del BCE y su respaldo ¿alguien cree que estaríamos pagando los tipos de interés tan reducidos que estamos pagando por esa deuda pública? Pues ni de broma.

En cierta medida, esta barra libre también está provocando que el déficit público siga disparado (se dice que nos vamos por encima del 8%), la deuda pública haya llegado al 120% del PIB, haya crecido el número de empleados públicos (mientras baja el de empleados en entidades privadas), y haya gente que compra eso de que el dinero público no es de nadie y que crece en los árboles. No obstante, como los políticos realmente saben que no crece en los árboles, el PSOE y Podemos han decidido masacrarnos a impuestos, por que para qué vamos a gestionar mejor y reducir el gasto público innecesario (que en España de eso tenemos mucho, incluyendo un exceso de políticos, cargos de confianza, televisiones públicas, subvenciones discutibles, entes que no sirven para nada, etc.). De este modo, y en medio de lo que ya está siendo una recesión, vamos a pagar más caro el diésel, el comprarse un coche, el coger un avión, el trasladarnos por autovías (he leído que hasta por carreteras secundarias), incluso se sopesaba quitar la deducción del IRPF por declaración conjunta, y otras cosas que me dejo en el tintero porque ya hasta cuesta acordarse de todo lo que van a hacer para quitarnos el dinero que generamos y ganamos los trabajadores (incluyendo en esta categoría a los empresarios, que también son trabajadores). En esta columna, ya se avisaba de la gran mentira, que se repetía como un mantra, de que todo lo iban a pagar los «ricos».

Y ¿ahora qué? Pues por lo que se ve más de lo mismo. Un plan que no es plan para dar una exagerada cantidad dinero en forma de ayudas y subvenciones que, probablemente, tendrán unos efectos mínimos al no repartirse con criterios de crecimiento económico; un quítate tú para ponerme yo; una mentira va y otra viene, pero como me convienen...; y una mayor polarización social entre aquellos que llaman fachas y los que al parecer somos fachas solo porque no nos gusta lo que está pasando con este Gobierno. A ver qué dejan de nosotros cuando esto acabe.

* Profesora de Economía financiera Universidad de Córdoba | @msalazarord