Tengo una técnica algo rastrera para afrontar las actuaciones-en sentido amplio- que deberían producir vergüenza ajena, pero no obstante arrancan aplausos entusiasmados. Consiste en el aplauso silenciado, que se consigue golpeando con la parte superior de los dedos la base de la mano contraria. Si lo hacen en el vacío oirán un sonido sordo, que rodeado de aplausos no contribuye en nada. Es una resistencia de emergencia cuando no tiene mucho sentido señalarse no aplaudiendo, o se está en territorio enemigo o muy amigo (este para los aplausos es peor), pero tampoco quiere uno claudicar por completo. Hay que ejecutarlo con cara seria, de concentración, como calculando los kilos que pesa el artista y qué pasos terribles has dado en la vida para verte en esa situación. Es importante fijar la vista en la mesa o el suelo, o en un punto imaginario a miles de kilómetros detrás del escenario.

Lo que aplaudimos, y cómo lo aplaudimos, determina las actuaciones que recibimos. Hay aplausos que son una crueldad, porque nublan el juicio sobre el talento del que los recibe. Cuántas malas decisiones por un aplauso mal otorgado o mal recibido, dios mío. En los aplausos se produce espontáneamente una sincronización y deliberación, tanto para aplaudir todos a la vez como para hacerlo con similar intensidad y duración. A veces me pasa que no me pongo de acuerdo con la mayoría, y aplaudo en blanco, o sea, hago la maniobra descrita en el párrafo anterior. Intento buscar algún cómplice con la mirada, como diciendo, «ya nos estamos pasando de rosca, ¿no?», y si lo encuentro contraemos ligeramente el cuello, compartiendo el desconcierto.

Otro aplauso disidente que uso es el de palma hueca, que es un aplauso normal pero con la palma cóncava. Este disimula mucho porque simplemente emite un sonido más grave y redondo. Aquí no estoy en contra de aplaudir, no hay simulación, pero no comparto el criterio general. Es un voto particular, de típico juez que le pone un ocho al saltador en vez de un nueve. A veces paso de un aplauso normal a uno de palma hueca cuando el aplauso se alarga, y dejo de estar de acuerdo con la duración -o sea, puede ser una actuación de 20 segundos de aplauso normal y 10 de palma hueca, en vez de 30 segundos de normal-. Hipotéticamente, si el desacuerdo es muy grande, podría pasar de la hueca al sordo, pero en ese punto creo que simplemente dejaría de aplaudir.

Llamo normal a cualquier variedad de palma contra palma, aunque es una simplificación terrible. Las auténticas categorías integran el aplauso que se da con la expresión de la cara, que engaña mucho menos. Mi hermano tiene por patentar el aplauso «complacido», que simula el que daría un reyezuelo borracho al disfrutar de una actuación que el artista está dando obligado o a disgusto. Es un aplauso en el que se mueven poco las manos y mucho el cuerpo, con una sonrisa satisfecha. Este que mi hermano hace de broma, pienso de pronto, es el que más hacemos últimamente, orgullosos y completamente en serio.

** Abogado